domingo, 12 de julio de 2015

La extraña odisea del pensamiento humano en la configuración del conocimiento




por  Avelino Niño Rodríguez

Magister en Filosofía


¿Por qué caminos habrán llegado tantos hombres

a esta actitud de hostilidad contra la cultura?”

Sigmund Freud
 

Abstract:

The present reflective character article, prepared by the author as a contribution to the debates initiated in the Searching Group “Subjetividades Juveniles”, of the Incca University from Colombia, concerning ideas today’s young people have, shows the disadvantages that human thought has endured in the process of knowledge configuration. According to the author’s judgment, such difficulties are the result of access prohibition to understanding and the type of crinkle realities and antipathetic relations that civilized man has created. These stages turned about precise ideas that were "sowed" in the brain of human beings in every epoch, through culture. In antiquity, fate was set and, with it, there was born mythological reality, based on lying stories; in the Middle Ages, hope was located and, with it, there germinated the world of the faith, the feudal world, based on serfs’ empty belief; in modern world progress was located and, with it, reason, with which one gave course to the voracious capitalist system; in contemporary world thymos was located and with it, the postmodern world get up which constitutes, probably, the end of this strange odyssey.

Keywords: Knowledge, Being, Reality, System of Thought, Epistemology, Civilization, Society, Education, Myth, Faith, Reason, Complexity, Culture, Postmodernity.

Resumen:


El presente artículo, de carácter reflexivo, elaborado por el autor como aporte a los debates suscitados en el Grupo de Investigación “Subjetividades Juveniles” de la Universidad Incca de Colombia, en torno a las ideas que hoy tienen los jóvenes, muestra los inconvenientes que ha padecido el pensamiento humano en el proceso de configuración del conocimiento. A juicio del autor, tales dificultades son el resultado de la prohibición del acceso al saber y del tipo de realidades replegadoras1 y de relaciones antipáticas2 que creó el hombre civilizado. Estos escenarios han girado alrededor de ideas precisas que se “sembraron” en el cerebro de los humanos de cada época, a través de la cultura. En la antigüedad, se instaló el destino y, con él, nació la realidad mitológica, basada en relatos embusteros, mentirosos; en el Medievo, se emplazó la esperanza y germinó el mundo de la fe, el mundo feudal, basado en la creencia vacía de los siervos; en el mundo moderno se situó el progreso y brotó la razón, con la que se le dio curso a la voraz sociedad capitalista; en el mundo contemporáneo se colocó el thymos y se levanto la postmodernidad, que constituye, probablemente, el final de esta extraña odisea.

Palabras Clave: Conocimiento, Ser, Realidad, Sistema de Pensamiento, Epistemología, Civilización, Sociedad, Educación, Mito, Fe, Razón, Complejidad, Cultura, Postmodernidad.

Introducción.

El presente texto se propone explorar reflexivamente el conocimiento humano y su íntima relación con la construcción de realidades. Es nuestra manera de contribuir en los debates sobre los temas más acuciantes en la sociedad planetaria de hoy. Por medio del cuestionamiento argumentado, queremos mostrar las debilidades y falencias del conocimiento que se ha manejado a través de la historia, como consecuencia de estar enmarcado en un referente civilizado estático: el Ser. Después de realizar el análisis, deseamos proponer nuevas miradas, otros paradigmas, que nos permitan abordar el conocimiento y la realidad desde las perspectivas más avanzadas de nuestro tiempo. Queremos ingresar al siglo XXI con la mente y los sentidos, liberados, completamente despejados; y con la voluntad dispuesta a todo.

Entonces, comencemos diciendo que cada día transcurrido en la historia humana –y seguramente también en su prehistoria- remite, inevitablemente, a los sinuosos y extraños espacios recorridos por el pensamiento humano, en su esfuerzo por entender y configurar el conocimiento, condición sine qua non de la toma de conciencia sobre su entorno y, por lo tanto, del aseguramiento de su supervivencia. Nuestra extrema debilidad física como especie sólo puede ser compensada con nuestra brillante e inagotable inteligencia. Sin embargo, es evidente que hay mucha oscuridad en el pasado, incluso hoy mismo, sobre el conocimiento. Y parece que tal neblina se ha levantado intencionalmente, desde los propios albores de la civilización. En palabras del geólogo e historiador Roger Osborne: “Nuestra civilización es un reflejo de lo que somos y de lo que valemos, pero no estamos acostumbrados a pensar en lo que la civilización significa realmente para nosotros.” (Civilización, pág.8) ¿Qué nos llevó a ello? La explicación parece simple: el mundo civilizado nació sobre la base de la prohibición del acceso al conocimiento. El chamán no podía revelar sus secretos; el maestro artesano le entregaba a cuenta gotas las técnicas al aprendiz; hoy, la Organización Mundial del Comercio (OMC) cuida las patentes como las niñas de los ojos. ¿Pero, acaso, no es ese el subtexto de la epistemología? ¿De la gnoseología? ¿De la teoría del conocimiento? ¿Tenemos alguna posibilidad de superar esos escollos impuestos? No cabe duda de que la estructura social piramidal, generadora de conflictos insolubles, exigía encriptar el conocimiento, lejos de la curiosidad y el cuestionamiento de los esclavos. Para ellos, así como para los siervos, para los obreros y para los operarios sólo hay adiestramiento, domesticación, mecanización, instrucción, disciplina, es decir, formas que no impliquen fisgoneo, ni invención, ni reflexión. De tal manera, que renuncien a vivir dignamente, que sean más productivos y jamás caigan en la tentación de rebelarse. Como afirma el sociólogo y crítico cultural estadounidense, Niel Postman, discípulo del filósofo canadiense Marshall Mcluhan3, “Toda tecnología posee una filosofía que se expresa en la forma en que esa tecnología consigue que la gente utilice su mente, en lo que consigue que hagamos con nuestros cuerpos, en cuál de nuestros sentidos desarrolla, en cuál de nuestras tendencias emocionales e intelectuales desecha.” (Citado por Al Gore, 2007, pág.32)


Sin embargo, y a pesar de todos los trucos, de la magia, de la ilusión y del encantamiento, el esclavo termina irremediablemente descubriendo los propósitos ocultos de sus amos. Intenciones que, por su carácter siniestro, se vuelven más visibles, cuanto más se ocultan. Ésto genera oclofobia4 entre los poderosos quienes, para no poner en riesgo sus “privilegios”, aprenden a mimetizarse, a conspirar en silencio, a cambiar a tiempo las simbologías de sus tronos para que la sumisión siga igual. La historia del conocimiento, en el mundo civilizado, es la historia de la adecuación del discurso de los poderosos a las condiciones de insatisfacción, de disgusto, de gusto o de manipulación del esclavo, para que jamás deje de obedecer y, por lo tanto, de producir. ¿De dónde surge tal fatalidad? Naturalmente, del hecho de que lo que mueve al amo no es la curiosidad, ni el asombro por las cosas de la vida. Tampoco la vida misma le sorprende. Su postura frente al mundo está llena de vanidad. Mira, pero no observa; oye, empero no escucha; prueba, pero no saborea; huele, sin embargo, no olfatea. Simplemente, todos sus sentidos se encuentran atrapados, atrofiados por la vil riqueza, y ni siquiera por ella misma, pues, de hecho, ninguna fortuna será nunca suficiente para colmar su ambición infinita. En resumen: la auténtica debilidad del poderoso, su profunda desgracia, reside en el hecho de no poder acceder ni al amor, ni a la creación, ni mucho menos al conocimiento, que constituyen las auténticas necesidades humanas ¡Qué paradoja! Rico y famoso, con todo el oro, todo el dinero en sus manos y…no tiene nada.

De vez en cuando llega hasta nosotros la melancólica queja de alguno de esos personajes adinerados: “…intento desesperadamente llenar el vacío cruzando el globo en busca de causas justas en las que colgar mi sombrero filantrópico y distraerme.” (Estulin, Daniel, 2010, pág. 190) Si usted, lector, quiere corroborar ese inmarcesible desierto que habitan los poderosos del mundo, basta con que le haga las preguntas adecuadas a Enrique VIII, rey de Inglaterra, o al expresidente norteamericano George W. Bush, o al dueño de Microsoft, Bill Gates, o a la faraona de Egipto, Cleopatra; o a la dama de hierro, Margaret Thatcher; o al hombre más rico de Colombia en el 2010 y accionista de la compañía surafricana SAB Miller, Julio Mario Santodomingo, o al hombre más acaudalado del planeta tierra hoy, el mejicano-libanés Carlos Slim, dueño de Telmex. Hombres y mujeres con mucho poder, con mucho dinero, con mucha arrogancia y, sin embargo, con una pobre, precaria e insignificante vida humana.

Pero, antes de continuar con nuestra exposición, permítansenos aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de conocimiento. Es importante establecer dónde estamos parados. Para que no se diga que lo nuestro es un capricho. Desde nuestra perspectiva dimensional5, el conocimiento se refiere a una ecuación básica, y no obstante… muy profunda:

ECUACIÓN DEL CONOCIMIENTO


En donde I es la variable de informatización, procesamiento de datos, data. Su papel es el de describir los distintos aspectos, formas, cantidades, atributos, colores; la exterioridad, la fenomenología de un objeto, una cosa, una realidad, o como se le quiera llamar, lo que aquí importa es la cantidad y extensión de la información. C hace referencia a la conceptualización, interioridad, fundamento, es decir, las explicaciones profundas de los referentes, producto del procesamiento de la información, y cuyo propósito es lograr la mejor interpretación relacional y estructural de ese referente. Finalmente, P alude a paradigmatización, o sea, la capacidad de formular una visión que conduzca a la transformación, al cambio, a la mutación del objeto, a partir de su discernimiento profundo y a la intervención creativa sobre él, o sea, a la construcción de nuevas realidades. S es el saber, el producto, resultado de todo el ejercicio del conocimiento. Es el aporte del lenguaje que, en conjunción con otras fuerzas de la naturaleza, permite la construcción de realidades. En resumen: observamos algo; interactuamos con él; lo entendemos; lo transformamos, con el fin de modificar la realidad. Esa realidad, ahora nos transforma, nos facilita el despliegue biológico y mental; y entonces, comenzamos nuevos procesos, nuevas realidades, más complejos, y así, sucesivamente. A esto es a lo que, en este contexto, denominamos conocimiento.

De lo anterior se desprende que, dependiendo del grado de cercanía hacia las cosas, hacia las realidades, y de la disponibilidad de herramientas científicas y técnicas, determinamos el acceso al conocimiento y, por lo tanto, al tipo de experiencias, percepciones sensaciones e ideas que definen el perfil de un hombre, una mujer, un joven, un niño, una niña, un anciano. Si sólo poseemos información, es claro que únicamente podemos expresar opiniones6, puntos de vista superficiales que no inciden rizomáticamente7, para nada, en las dinámicas de la vida, aunque hagan mucho ruido. Si tenemos la capacidad de conceptualizar, estamos en condiciones de ofrecer múltiples y variadas explicaciones, que pueden maravillar, aturdir a las personas. Nos volvemos eruditos, ilustrados. Sin embargo, nos reducimos al simple rol de contempladores, por no decir repetidores, imitadores; podemos narrar todas las anécdotas, con pelos y señales, sin lograr alterar en lo más mínimo las estructuras profundas de la realidad. Esto suele ocurrir con los académicos. Es posible que produzcan cismas, escándalos, pero todo seguirá lo mismo. ¡Mucho ruido y pocas nueces! Lo único que han hecho es fatigar inútilmente el cerebro de sus contertulios con cosas vanas, intrascendentes. Pero, si a la información y a la conceptualización les adicionamos la paradigmatización, entonces, es cuando nos transformamos en atractores, es decir, fuerzas que desatan todo tipo de procesos a su alrededor, generamos verdaderos vórtices. El suave aleteo de la mariposa que desencadena tempestades en la distancia. Entonces, la vida se despliega en todas sus posibilidades; la naturaleza se expresa de manera prolífica y todos los secretos salen a la luz. ¿De dónde procede tal prodigio? Naturalmente, del hecho de que ahora sí pertenecemos activamente al mundo, la realidad ya no nos es ajena, la hemos construido nosotros mismos; no estamos aquí como invitados de piedra; transformamos al mundo y, a la vez, nos transformamos también nosotros mismos a favor del logro de todas nuestras probabilidades vitales y las de los demás, protegiendo, al mismo tiempo, al planeta. Esto es lo que constituye una verdadera experiencia eureka. El grave error de la civilización fue que nos alejó del mundo, de la vida, nos hizo sedentarios, inválidos, profundamente vulnerables. Las realidades que nos impuso, llevaron a nuestro sistema inmunológico al debilitamiento; tanto, que hoy cualquier virus nos puede liquidar. El conocimiento que proponemos, en la medida en que se nutre de las propias dinámicas nómadas de la vida, está en condiciones de corregir estas fallas.

Lo antes dicho, también deja claro que el conocimiento que ha manejado la sociedad civilizada, se encuentra muy lejos de esta perspectiva, no es ni el pálido reflejo de una auténtica percepción (en el sentido de consciente) del mundo. Ello se explica porque, para la sociedad civilizada, el conocimiento es un medio, no un fin en sí mismo. Ejemplo de ello es la Ilustración del siglo XVIII, en Europa; simplemente, la burguesía necesitaba alfabetizar a los siervos para que se convirtieran en obreros que pudieran leer los manuales que explicaban el funcionamiento de las máquinas. Esto convierte al conocimiento en un elemento instrumental, simple herramienta que se juzga de acuerdo con su productividad material. Ese es el único criterio de validez del conocimiento en esa sociedad.








En todas las culturas civilizadas, sin importar su contenido, ni su forma, la principal prohibición es el conocimiento ¿Por qué? ¿Qué pasó con Adán y Eva?




Una Mirada General… a Vuelo de Pájaro.

Volviendo a nuestra exposición central, en esos inicios del mundo civilizado, los fundadores también se encargaron de inventar versiones distorsionadas sobre la vida de los grupos humanos anteriores, afirmando que ellos eran salvajes, cavernícolas, trogloditas, bárbaros; obviamente, eso se hacía con el fin de mostrar una supuesta superioridad de los sedentarios habitantes de la ciudad, para desprestigiar la vida nómada. ¡Imagínense eso! ¡Cerca de tres millones de años y sabemos muy poco sobre lo que pasó con ellos, con los Australopitecos y los Neardertales! Por eso, son muy pocas las referencias que tenemos de ese distante pasado. Aunque, ahora, afortunadamente, se están comenzando a realizar investigaciones que buscan arrojar luz sobre esos “pasos lejanos”. Como afirma el antropólogo británico Richard Rudgley: “Hasta que no dejemos de ver la prehistoria como la más larga y negra de todas “las edades oscuras”, nuestra comprensión del pasado, el presente y el futuro de la humanidad seguirá siendo distorsionada.” (2000, pág.57) También, recientemente, encontramos otra afirmación muy reveladora: El cavernícola de la edad de piedra, el druida sabio, el agricultor avanzado, el pagano ignorante y las leyendas sobre invasiones y migraciones (reconstruibles en un mapa con un solo trazo) se inventaron8 para que encajaran de esta o aquella manera en una concreta concepción del mundo.” (Osborne, Roger, 2007, pág.53)

No nos queda otro remedio, por ahora, que continuar con lo que está a nuestro alcance. Así, el trayecto del conocimiento civilizado, tal como lo distinguimos hoy, comienza en la Mesopotamia, sombrío y desértico lugar en el que despegó esta rara aventura.

Lo encontramos en la truculencia de los faraones egipcios que inventaron la máxima de que “el saber es poder”, descubierta en el siglo XVII por Sir Francis Bacon9 (Novum Organun, 1984), es decir, el arte de retener el conocimiento para dominar, que los condujo a encriptarlo en los escondites del sanctasanctórum de las pirámides, protegido por la Maat, suprema guardiana del orden universal ¿Por qué, siendo el mundo egipcio absolutamente machista, poligámico, erigió un icono femenino como símbolo de control?











Belicosa diosa Maat, envuelto en los papiros de los oscuros laberintos del jeroglífico, para someter a los esclavos al caprichoso imperio del sumo sacerdote, que era el propio faraón. Era el mundo de Monolandia10.

“…la sociedad egipcia se hallaba dividida en tres grupos: la oligarquía nobiliaria, que monopolizaba la cultura, los cargos del gobierno y los privilegios otorgados por el faraón; los oficios que estaban subordinados a dicha élite (escribas, capataces, sacerdotes menores, soldados, artesanos) y una inmensa mayoría de campesinos analfabetos. La vida diaria de éstos últimos se refleja vívidamente en los relieves y pinturas de las paredes de las grandes tumbas (mastabas) donde se enterró la aristocracia egipcia: parece una sociedad dinámica, vitalista, alegre, en la que las diversas ocupaciones (agricultores, pastores, carpinteros, tejedores) cumplen de buen grado su cometido, en un mundo que el gobierno faraónico supo integrar y armonizar, haciendo de Egipto una tierra civilizada. Esa población trabajaba las propiedades de la corona y los templos, o los dominios particulares, en un estado de semiservidumbre.” (Historia Universal, 2002, pág. 137)








Palas Atenea: Diosa de la sabiduría, la estrategia y la guerra ¿Para qué inventó la flauta? ¿Por qué se distanció de Ares? ¿Qué tiene que ver el conocimiento con la guerra?




Luego, aparece en los griegos, que lo recluyeron en los fríos santuarios de Atenea, la diosa de la sabiduría, la estrategia y la guerra, quien recomendaba: “-Si allí hay un enemigo, tiene que ser aniquilado. Si no acabas con él, un día el acabará contigo.” (Köhlmeier, Michael, pág.34) Y, en el templo de Delfos, Pitágoras11 instituyó el conocimiento para que los vasallos de Apolo lo adoraran consultando el antojadizo oráculo, o hicieran contacto con él en las duras y encarnizadas contiendas olímpicas de los héroes. Ese conocimiento manipulado por los aqueos12, que establece los íconos fundacionales de la sociedad civilizada, sirve de soporte a la mítica sociedad en la que “Cada aristócrata es dueño de vastas tierras, que trabajan su familia, servidores y esclavos; posee grandes rebaños (…) y es dueño de un tesoro que consta de objetos de metal, ricos tejidos y productos alimenticios.” (Historia Universal, 2002, pág.178)

Posteriormente, se asoma en la arena del circo romano, territorio de Minerva, otra diosa de la guerra, para que el súbdito sobreviviera como gladiador a los embates de la locura latina. El conocimiento merodeó los escenarios en los que se libraban las encarnizadas batallas.



El principal fenómeno social romano, latente durante varios siglos, fue la abierta y dramática oposición entre la oligarquía patricia, que detentaba el poder político y la primacía económica, y la masa de la plebe, marginada de la vida pública, oprimida a menudo. Dentro de éstos, los más ricos aspiraban a la igualdad política y social con los patricios, mientras los más pobres buscaban protección contra los abusos de los poderes estatales.” (pág.228)










Minerva es la diosa de la sabiduría, las artes, las técnicas de la guerra ¿Por qué es la patrona de los artesanos? ¿Qué tiene que ver con la profecía?


Después, el saber caminó sigilosamente por los oscuros y escurridizos pasadizos de los castillos de los monarcas medievales europeos, quienes lo ocultaron en las ficciones del Santo Grial para que los siervos, en su modalidad de Caballeros Templarios, lo localizaran en las cruzadas sangrientas que tiñeron de rojo al viejo continente y al medio oriente, en nombre de Dios, o de Alá, para que los Borgia, los Sforza, los Pazzi y los Medici colmaran su pedantería. Eran los territorios de Planilandia13. Allí, ese conocimiento le fue negado a los siervos, masa desvalida que se consumía en la angustiosa necesidad.

Frente a esta mayoría, que vivía agobiada por el problema de la subsistencia, existía una minoría que nadaba en la abundancia, incluso en los años de miseria: eran los grandes terratenientes, los propietarios de los grandes dominios, de las Villae. La villa era una gran extensión de tierra, propiedad de una sola persona jurídica (rey, noble, obispo o comunidad religiosa), que estaba dividida en dos grandes zonas: la llamada “reserva” o “dominio”, explotada directamente por el dueño y en la que todos los beneficios eran para él, y otra, llamada “tenencia”, que eran las parcelas entregadas a los colonos a cambio de un conjunto de contraprestaciones.” (Pág.327)

Más adelante, el conocimiento se expresaría en el plano cartesiano, la visión dualista, para que el súbdito se transformara en obrero, abrazando la res cogitans (despreciando a la res extensa):

Entre estos dos modos de ser de la realidad hay una diferencia y una oposición absolutas: el pensamiento es inextenso, (es decir, no posee una dimensión espacial), consiente de sí mismo y libre. Por el contrario, la materia es siempre extensa y está situada en el espacio, no es consciente de sí y, al estar mecánicamente determinada, no es libre.” (Descartes, Citado en Atlas Universal de Filosofía, pág.774)

Y se instalaría el imperativo categórico kantiano, de tal manera que pudiera alcanzar los niveles de productividad que el capitalismo manchesteriano, el taylorismo y el fordismo le imponían: “…sólo queda la universalidad de una ley en general a la que debe conformarse la máxima que guía la acción, y es sólo esta conformidad lo que el imperativo presenta como necesario.” (Kant, pág.884)

La burguesía ingresaba así a la escena, con la razón en la billetera y con el único fin de perfeccionar los métodos de explotación de la mano de obra. Era el espacio de Cubolandia14. Los siervos no tenían alternativa o, por lo menos, entonces no la veían.

La única solución a sus problemas era emigrar a las ciudades, que, en la segunda mitad del siglo (XVIII), crecían al ritmo impuesto por la industrialización. Así pues, la mano de obra que liberaba la agricultura era retomada por la industria, iniciándose, de ese modo, la formación del proletariado industrial, que se hacinó en las periferias de los centros urbanos en busca de un empleo en la construcción, en los talleres textiles, en los puertos.” (Historia Universal, págs.774-775)

En fin, y ahora informatizado, lo encontramos en la manipulación de los deseos de los operarios postmodernos (con título universitario) que llenan su cerebro de pensamientos inútiles para que florezca en ellos la ilusión del consumo. En Cronolandia15, “La sociedad del bienestar presenta también otra importante faceta negativa: su proclividad al hedonismo y a la insolidaridad. La civilización del ocio que ha generado ofrece no pocas posibilidades para el despliegue de las incontables virtualidades del espíritu humano, pero en muchas de sus manifestaciones se constata el abandono de toda norma ética. Junto a ello, la falta de compromiso en la lucha contra las desigualdades y desequilibrios socioeconómicos actuales aparece igualmente como otra carencia sustancial.” (Pág.1178)

Hasta que llegó la última etapa en la que los amos se vieron obligados a relajar el conocimiento completamente, a relativizarlo, a colocarlo en los territorios de la sociedad líquida, efímera (Bauman, Zygmunt, 2008), en la que se diluye por completo, para que el individualismo no se hundiera bajo el peso de su propia vacuidad. Y en esta postrera faceta del poder, la última carta que se juegan es la de fortalecer el discurso del terror. Ya no hay herejes, ya no hay comunistas, ya no hay malos; sólo hay terroristas. ¡Y hay que acabarlos! Lo cual corrobora lo que todos sospechan: el conocimiento sólo ha sido un instrumento de guerra, de disuasión, en el mundo civilizado. Su fin es, además de construir las armas más sofisticadas, el de instaurar el miedo, como escenario contemporáneo de la dominación económica, política, social y cultural. Los aristócratas capitalistas no tienen otra alternativa: justificar a cualquier precio la seguridad para no perder el control y establecer un nuevo orden mundial ¡Antes de que sea demasiado tarde! Como afirma en su libro, “Los Señores de las Sombras”, el periodista Daniel Estulin:

A menos que la población reúna el coraje para afrontar los escándalos, las mentiras y las traiciones que, por el mero hecho de existir, dan a entender que el propio sistema es corrupto y que quienes lo controlan (…) son delincuentes, no habrá posibilidades de mejorar la situación, sino tan sólo la absoluta certeza de que todo irá peor.” (2007, pág.335)

Pero, esto será tema de otro artículo.

Brevemente, esta ha sido la historia del conocimiento civilizado, que muestra cómo la ambición de una inmensa minoría ha hecho del saber un insoportable azote contra la inmensa mayoría.

¿Entonces, A qué nos Referimos Cuando Hablamos de Conocimiento Civilizado?

Innumerables son las aproximaciones acerca de este saber, especialmente cuando se enfrenta a los escabrosos territorios de las disímiles realidades que han configurado, en el curso de la historia humana, los distintos sistemas de pensamiento. Esas realidades construidas por los amos de cada época, a su imagen y semejanza, para que habitaran los desvalidos inocentes. Allí, en esos ambientes, donde mora el Ser (la prisión del pensamiento) y entre la sórdida bruma que produce el apetito de dominio que embarga al hombre precario, surgen, como llamas ardientes, los cuestionamientos que se abren paso entre las complejas encrucijadas neuronales, y se enfrentan a la adversidad impuesta por los poderosos, que tratan inútilmente de pisotearlos, de anularlos. Pero, su fuerza y persistencia, fundadas en nuevas realidades, imaginadas por otras coordenadas mentales, que surgen del siempre creativo caos, se pueden presentir hoy en todos los puntos cardinales de la tierra.

Preguntas como ¿Qué es el conocimiento? ¿En qué se funda el Conocimiento? ¿Cómo es posible el conocimiento…? Pertenecen a una disciplina filosófica llamada de varios modos: “teoría del conocimiento”, “crítica del conocimiento”, “gnoseología”, “epistemología”. (Ferrater Mora, 2001, 656). Y, por supuesto, incontables han sido las respuestas. Desde la ontofilia griega, que le inventó un ser a cada humano para su desdicha eterna, hasta la epistemofilia moderna, que convirtió a la razón en la cárcel de la imaginación, los pensadores, casi siempre de origen aristocrático, han tratado de enunciar y fundamentar sus concepciones sobre el conocimiento con argumentos obscuros y enigmáticos, con el único fin de legitimar el poder y recibir de él las pobres dádivas en las que se marchitan sus temerosas alas.

El resultado ha sido que el conocimiento se ha metamorfoseado, de acuerdo con las conveniencias y dificultades del poder en cada época, asumiendo variadas formas, de acuerdo con el sistema de pensamiento en el que se ha inscrito, y ha intentado sobrevivir en esa paradójica aventura, pasando del mito al logos, luego a la fe, más tarde a la razón, después a la complejidad y, hoy, finalmente, al caos. Aunque, esta última forma, sin duda, constituirá la perdición definitiva del conocimiento y de los privilegios civilizados. Y esa perdición ocurrirá, simplemente, porque el caos es incompatible con estructuras férreas, rígidas, permanentes y verticales.

El lector sabe que no es cosa fácil abordar todo este asunto del mundo del conocimiento. Que es mucho más complicado, cuando quien lo intenta no pertenece a las élites que manipulan los asuntos planetarios. (ESTULIN, Daniel, Los Secretos del Club Bilderberg, 2006) Normalmente, cuando alguien extraño al poder expresa sus pensamientos, se le somete a la conspiración del silencio, a la indiferencia; “lo abren del parche.” Usted conoce de sobra que uno se puede perder para siempre en los hilos de las enrevesadas interpretaciones textuales, o en las sutiles trampas que a cada paso se encuentran en las construcciones simbólicas, icónicas, alegóricas, intencionalmente esotéricas, de sus autores. O en los irritantes trasegares de la metodolatría que conduce a algunos escritores a “Manipular frases sin sentido. (…) combinada con una soberana indiferencia por el significado de las palabras.” (Sokal, Alan y Bricmont, Jean, Imposturas Intelectuales, pág.23)

Sin embargo, no tenemos otro remedio que pedirle que, con la mayor serenidad posible, nos permita exponerle, de manera más clara, detallada y precisa, todo este paisaje en el que se expresa la fauna epistemológica, gnoseológica, filosófica, crítica, constructivista, relativista… o, como sea que se le llame, desde los propios inicios del ordenado mundo que hoy habitamos, con el único interés de proponerle otra mirada, alterna a lo que se ha relatado muchas veces como variaciones sobre el mismo tema. El eterno retorno de la ideología. Obviamente, trataremos de mantenernos en la perspectiva planteada desde el inicio, pero sin que esto nos lleve a la pobreza discursiva, a la pérdida del horizonte conceptual.

¡Pensará usted que esto es muy pretencioso! Y, pensándolo bien, es posible. En nuestros días, cuando a muy pocas personas les importa el tema de la sabiduría16, parecería no sólo una necedad, sino un imposible filosófico. Sin embargo, estaremos atentos a sus comentarios, para tomar todo lo que ellos tienen de cuestionadores, de tal manera que nos ayuden a entender algo que, hasta ahora, nos ha sido imposible dilucidar y, más aún, nos parece completamente indescifrable, por decir lo menos ¿Cómo es posible que la vida haya construido un cerebro solamente para garantizarle a un pequeño grupo de humanos esclavizar, no sólo a la inmensa mayoría de sus congéneres, sino a todo un planeta? ¿Doscientas mil millones de neuronas al servicio de la comida, el techo y el vestido? ¿Complejas estructuras nerviosas y sustancias químicas, neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina, la adrenalina, la oxitocina, el glutamato, la acetilcolina, la noradrenalina, las endorfinas, la metencefelina, las dinorfinas…siervas de la compulsión bulímica? ¿Eso es todo? ¿Vivir para comer?

Al Principio Era el Mito, la Mentira.

Está bien ¡Prosigamos! Uno de los descubrimientos cruciales del periodo neolítico fue la agricultura. Ésta permitió introducir los elementos más importantes de la civilización: el código, la ciudad, el cultivo, la división del trabajo, la domesticación de los animales, la vida doméstica, la educación, el sometimiento de la mujer, la acumulación de riqueza y, sobre todo, la creación del poder. Al mismo tiempo, también aparecieron las historias, los relatos fantásticos fundacionales de los mundos y sus dioses y sobre la predeterminación del destino humano. Fue entonces cuando el hombre de Cromagnon decidió crear la civilización, en la Mesopotamia, exterminando los mamuts, esclavizando a los hombres, raptando a las mujeres y construyendo, al mismo tiempo, los pilares fundamentales de la sociedad vertical.

Entre estos cimientos, encontramos los más significativos para el funcionamiento del mundo civilizado:

  1. La posesión. Que determinó los rumbos históricos del hombre como depredador y acumulador de riqueza, sólo para él y su linaje. Ahí nació la propiedad privada con todas sus secuelas de explotación, enfermedad y miseria. La vida se redujo a la satisfacción de las necesidades básicas. La forma que toma la posesión va cambiando a través de la historia. Así, en la antigüedad, era importante quien poseía esclavos. Su “familia17 la integraban sus mujeres, sus hijos y vasallos, todos ellos formaban parte de su botín de esclavos. En el mundo medieval, lo que importaba era la tierra (con todo lo que ésta tenía, especialmente los siervos). De ahí se desprendían los títulos nobiliarios que otorgaban poder a quien los detentaba: conde, marqués, duque, rey. En el mundo capitalista, el dinero es la meta, el éxito; pero, para alcanzarlo se necesita del esclavo asalariado que mantenga funcionando la máquina productiva. “El deseo de poseerlo (el dinero) es, a menudo, más fuerte que el deseo de utilizarlo, y continúa incrementando cuando se desvanecen todos los deseos que apuntan a fines que le trascienden y que son conseguidos por su mediación.” (Stuart Mill, John, El Utilitarismo, pág.93)

  1. El dominio. Que se constituyó en la condición visceral de la acumulación de la riqueza. Sin estado, sin gobierno, sin poder, sin iglesia, sin partidos, sin sectas, no hay tenencia. Y sin esclavos que produzcan riqueza no hay qué poseer. El robo del trabajo ajeno es la fuente exclusiva de toda clase de fortuna. El poder, cualquiera que sea su forma, tiene la obligación de proteger ese robo, el hurto permitido por las leyes y sancionado por la democracia. Esa es la única función institucional del estado, independientemente de que sea esclavista, feudal, capitalista, socialdemócrata o socialista.


  1. La competencia. Que se convirtió en el factor dinamizador, desencadenante de los procesos de crecimiento, fortalecimiento y sofisticación del sistema de dominación y de la máquina productiva. No importa en qué campo se disputa: deporte, ciencia, técnica, política, economía, exploración espacial, confrontación de género, lo que importa es alcanzar siempre la gloria del ganador y evitar, a cualquier precio, la vergüenza del perdedor.
En los contextos descritos, podemos afirmar con el politólogo norteamericano, de origen japonés, Francis Fukuyama que:”La historia actúa a través de un proceso continuo de conflictos, en el cual los sistemas de pensamiento, lo mismo que los sistemas políticos, chocan y se desintegran a causa de sus propias contradicciones internas. Los sustituyen, entonces, otros menos contradictorios, y por lo tanto más elevados, que dan lugar a nuevas y diferentes contradicciones. Es lo que se llama dialéctica.” (Fukuyama, Francis, 1993, pág.100.)
Lo anterior, lo confirma Thomas Hobbes en el clásico texto Leviatán:
Así hallamos en la naturaleza tres causas principales de discordia. La primera, la competencia; la segunda, la desconfianza; tercera, la gloria. (…) La primera causa impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la segunda, para lograr seguridad; la tercera para lograr reputación. La primera hace uso de la violencia para convertirse en dueña de las personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres; la segunda, para defenderlos; la tercera, recurre a la fuerza por motivos insignificantes, como una palabra, una sonrisa, una opinión distinta, como cualquier otro signo de subestimación, ya sea directamente en sus personas o de modo indirecto en su descendencia, en sus amigos, en su nación o en su apellido.” (2006, pág.102)
En lo único que se equivocan, tanto Hobbes como Fukuyama, es en que las causas no son naturales, sino civilizadas. La civilización convierte a un hombre sensible en un hombre perverso porque le reprime, le mata la emoción, los sueños, la vida.
Y entonces, impuestos los anteriores pilares, el hombre de Cromagnon fijó la principal manera de someter a los esclavos: creó el mito. ¿Qué es el mito? Normalmente quienes son cómplices de su difusión y expansión nos presentan definiciones superficiales que tienen el propósito de ocultar sus verdaderas intenciones:
La palabra mythos hace referencia al discurso o narración de las gestas de los héroes y de los dioses con que el pensamiento prefilosófico explicaba simbólicamente, a través del ejemplo de las vicisitudes narradas, los grandes problemas relativos al origen del mundo, de la humanidad y de las instituciones.” (Atlas Universal de Filosofía, 2004, pág.6)
Obviamente, si lo analizamos con detenimiento, nada de eso es cierto, porque precisamente esos relatos no explican cosa alguna en relación con las preocupaciones primigenias de los humanos, más bien, lo que logran es imponer un destino, confundir, oscurecer, turbar el entendimiento. Y no importa qué tantas definiciones existan, sus variaciones son muy leves:
Se llama “mito” a un relato de algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre impreciso. Muy a menudo los mitos comportan la personificación de cosas o acontecimientos. (…) Puede creerse de buena fe, y hasta, literalmente, en el contenido de un mito, o tomarlo como relato alegórico, o desecharlo alegando que todo lo mítico es falso.” (Ferrater Mora, 2001, 2422)
Incluso si se trata de un especialista:
“…el enfoque de Mircea Eliade es primordialmente religioso. Considera que el mito es una realidad cultural compleja, que puede ser vista e interpretada desde varios ángulos: los mitos primordiales ocurren en “illo tempore”, o sea, un tiempo mítico que puede ser, no sólo tiempo pasado, sino presente y futuro.” (MUÑOS, BALLESTEROS, Hugo, Análisis estructuralista del Cuento Mítico, pág.12)
Por supuesto, el mito es mucho más que eso. Además de ser un relato fantástico, constituye una auténtica mentira, inventada por el apropiador del poder para garantizar la sumisión completa e incondicional del esclavo. Y eso lo hizo el forjador de la civilización después de haber fracasado en el intento de doblegar al hombre por la fuerza. Descubrió que para someter al cuerpo, era necesario empezar por la mente. Si se podía vencer a la naturaleza con la agricultura ¿por qué no someter al hombre con la cultura? ¿Por qué no usar los medios culturales para dominar la mente y, con ella vencida, doblegar la voluntad? Y qué mejor estrategia para cumplir con ese propósito que un relato ficticio y embustero, que, como semilla, podía germinar en el inocente cerebro de un hombre privado del conocimiento. Presa del miedo. No en vano el pecado original, en casi todas las religiones y creencias, en los relatos fundacionales, es una falta grave, un crimen de lesa majestad contra la divina prohibición de tomar los frutos del árbol del discernimiento del bien y del mal, es decir, lo peor que puede hacer un súbdito es atreverse a conocer. Como se lee en el Génesis: “2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”  (http://www.iglesia.net/biblia/libros/genesis.html) Y para garantizar que el esclavo nunca tendría acceso a ese poderoso instrumento, el fundador de la ciudad procedió a guardarlo en el más profundo, enigmático y misterioso secreto, de tal manera que, de cualquier forma que el súbdito quisiera abrirlo, siempre fallara.
¿Y, quién era el narrador? Al principio eran los propios dueños de la pirámide, los ancianos versados en esos malabarismos, como el rey escorpión, Homero, Eurípides, Aristófanes, Esopo, Píndaro; pero con el tiempo y la ayuda del arte18, especialmente de la música19, aparecieron los relatores, narradores, los fabulistas, los artistas, los juglares; los sembradores de ideas enajenantes, alienantes que, con el favor, y por supuesto, la dependencia de los mecenas, se convirtieron en el soporte ideológico, en los embellecedores del poder. Se volvieron vasallos de los soberanos, parte de su séquito. Y eso fue posible gracias a la inmensa necesidad de reconocimiento que ha caracterizado al artista. Casi siempre relacionado con un nacimiento bastardo. Que lo conduce a deber favores. El caso de Leonardo di ser Piero Da Vinci es un botón para la muestra. Hijo natural de un rico notario florentino (Ser Piero) y una campesina (Caterina) luchó durante toda su vida para obtener el reconocimiento que le negaba su condición de ser uno de los once hijos del notario. Reconocimiento que, naturalmente, no necesitaba porque su talento era enorme. Sin embargo, se sometió a los caprichos de las familias más refinadas, ambiciosas, y poderosas de su época (Los Sforza, en Milán; los Medici, y los Pazzi en Florencia). Casi todas sus obras giraban alrededor de la satisfacción de los deseos de sus mecenas (Especialmente las relacionadas con ingeniería militar). Obviamente, su arte únicamente podía expresarse sobre la base del principio establecido por Apolo: “-Como yo soy dios y tú, Marsias, sólo un vulgar y sucio sátiro, seré yo quien ponga las reglas de la competencia.” (Köhlmeier, Michael, 1999, pág.13) Desde entonces, el arte se ha usado como válvula de escape de las frustraciones humanas. De hecho, hoy constituye el soporte del mundo del entretenimiento. De todas maneras, vale la pena anotar aquí que, a pesar de esas difíciles limitaciones, la creación humana ha sido, en muchos casos, superior a los tímidos horizontes de sus propios creadores. Y eso ocurre porque cuando se le da rienda suelta a la sensibilidad, ella rompe todas las restricciones, por fuertes que éstas sean.
En ese contexto, el lenguaje, en su versión civilizada, que estableció las Unidades Lingüísticas Auto-replicantes20, o “imágenes arquetípicas”, como las llamó el psicólogo y ensayista suizo Carl Gustav Jung (Los Arquetipos y el Inconsciente Colectivo, 2002), se constituyó en el guardián de los arcanos del poder. Generó el código, el ícono, el signo, el símbolo, las metáforas, las hipérboles, las alegorías, las parábolas; el significante y el significado que llenaron de terror, unas veces, y de esperanza otras, al frágil cerebro del hombre dominado.
En el mundo griego, el mito tomó su forma definitiva y dio lugar a la explosión de dioses, demonios, monstruos, templos y altares. Allí aparece el nigromante, la pitia, el prestidigitador, el oráculo, el augurio; el adivino que le pronostica el fatal porvenir al esclavo, y que se reduce básicamente a ésto: ¡obedece a tus amos, porque si no, los dioses, que son sus protectores, te castigarán con los tormentos ígneos eternos más terribles! Recordemos que en la era mitológica los dioses sólo protegían a los amos. Ellos eran sus dueños. El esclavo vivía a la intemperie y no tenía otro camino que el de la sumisión.
El templo de Delfos, construido por Pitágoras, constituye la forma acabada, excelsa, de la visión mítica. No en vano se dice que allí, además de las sociedades secretas (esotérica y exotérica, basadas en la numerología), nació la escuela y el pedagogo cuya función era iniciar el proceso de “aprendizaje” que, desde la perspectiva mitológica, consistía en una secuencia de tres etapas, para garantizar el establecimiento del Ser y la obediencia en la manipulable memoria del esclavo.
Estas etapas fueron las siguientes:
  1. La Domesticación. Que arranca en casa, normalmente bajo la tutela de la madre, y se continúa luego en las instituciones públicas, especialmente, en el kindergarden y en la educación primaria. Se aplica en la niñez y su propósito es instalar la obediencia en el niño. Como decía Simón de la Santísima Trinidad Bolívar: “Educad al niño para no tener que castigar al hombre.” Esta visión parte del presupuesto de que el niño es un “perverso polimorfo” (Freud) al que hay que controlar para que no se salga de madre. Los que detentan el poder saben que un niño obediente es un joven sumiso.


  1. El Adoctrinamiento. Se aplica a los jóvenes21 y normalmente comienza con los ritos de iniciación. Su fin es estructurar los dogmas más significativos de una comunidad dada y su sistema de pensamiento en el cerebro del joven. Se aplica especialmente en la educación media, y el padre se convierte en esa figura que dice la última palabra; la que el joven debe acatar sin chistar. No importa que use peircing, tatuaje, cresta o cualquier otra pinta. Lo que importa es que repita las creencias. Puede adornar el mundo, lo que no puede hacer es cambiarlo. Un joven creyente es un adulto resignado.
  1. La Funcionalización. Finalmente, y luego de que los anteriores pasos están completamente garantizados, al adulto se le instala el asentimiento que lo dispone voluntariamente a recibir el adiestramiento, las instrucciones y dispositivos básicos para volverse productivo. Este paso final ocurre especialmente en las instituciones de educación superior, ya sean institutos técnicos, universidades o escuelas de formación profesional. Un adulto conformista es un anciano resignado.
Definido así, su Ser, su realidad, a través de la educación, el esclavo está listo para ser explotado y para reducir su vida a una existencia simple de repetición de acciones sencillas que lo idiotizan cada día más. Su vida se reduce simplemente a la máxima del aburrimiento: trabajar, trabajar y trabajar. Obviamente, este modelo, inventado por el creador del templo de Apolo, se convirtió en el prototipo de casi todos los sistemas de pensamiento a través de la historia de la civilización, en los cuatro puntos cardinales del planeta.
Pero, además, para que el oprimido no se sintiera ni miserable, ni frustrado se le inventó la ética, cuyo objetivo era el de convencerlo de que la vida tenía sentido; que el sentido de la vida era la felicidad; que la felicidad era la virtud; que la virtud era la obediencia, es decir, obedece y serás feliz. ¿Qué le parece, ah? (Aristóteles, 2004). Ahora bien, hoy sabemos que la vida no tiene sentido, que los sentidos que ésta pueda tener se los damos nosotros mismos. Pero, claro, quien hablaba era nada más ni nada menos que Aristóteles, el elegido (Aristos), y lo hacía como legislador y aristócrata de la ciudad. De hecho, en su condición de formador político de Alejandro el Grande, conquistador del oriente y fundador de Alejandría, sabía que el manejo de los asuntos públicos dependía únicamente de la obediencia incondicional del subordinado.
Dicho brevemente, el conocimiento en el mundo mitológico lo define el oráculo, el ámbito de la ambigüedad. Es la adivinanza del destino. El trance del chamán. Las señales de las estrellas, los astros, las constelaciones. La arbitrariedad de la pitonisa. La tragedia del hombre que se rebela. El sacrificio del héroe a favor del dueño de la pirámide. El rapto de la mujer, convertida, como Elena, en trofeo de batalla. La proliferación de dioses y diosas que protegen al amo y castigan al curioso súbdito, al Hypokeímenon osado. Seguramente, cuando Sófocles escribía la tragedia de Edipo, no estaba pensando, ni mucho menos, en cosa distinta a advertirle al esclavo que su deber era seguir el sendero señalado y que cuando se saliera de la línea recta que le marcaba su destino, cuando dejara de ser juicioso, de cumplir con sus obligaciones, se le vendría el mundo encima; el dolor y las lágrimas, entonces le cobrarían el precio de su atrevimiento. Lo mejor sería no insubordinarse; acatar los mandamientos para que la desventura no tocara a su puerta, y no tuviera que sacrificarse, ni sacarse los ojos, ni cortarse las venas, ni ahorcarse. (Sófocles, 2005). Así lo comenta Roger Osborne: “Al igual que casi todas las obras de la dramaturgia griega, Edipo Rey recuenta una leyenda tradicional y, al igual que en otras tragedias, el tema subyacente es el choque de la voluntad humana con el destino.
Se atraviesa el Ser, el logos. Primer Intento de la Razón.
El mito desencadenó, como era de esperarse, muchas confrontaciones entre los amos por el poder de la ciudad, debido a que cada aspirante al trono podía erigir tantos dioses, demonios y monstruos, como quisiera, y con ellos imponer su voluntad. El resultado fueron muchas guerras; confrontaciones sangrientas y sin cuartel. La de Troya, relatada por Homero en la Iliada, fue una de tantas. Pero, también lo fueron los levantamientos de esclavos, como el de Espartaco (73-71 a.C), que puso en jaque al imperio romano. (Historia Universal, 2002, pág.239)
Era necesario inventar otro dispositivo que fuera más eficaz, y entonces, apareció el Ser, el logos. Lo inventaron Heráclito (540-480 a.C) y Parménides (515-450 a.C). Este último, sentó las bases del Ser y, con ellas, los fundamentos del pensar, del conocimiento civilizado. Parafraseándolo, se puede decir que el ser es y es imposible que no sea; el no ser no es y ni siquiera puede nombrarse, es lo mismo ser que pensar. El ser es inmóvil, eterno, inmutable (Parménides, Heráclito, 1983, págs. 49-53). Heráclito, lo concretó en el siguiente fragmento: “Si atienden no a mí sino a la razón, estarán de acuerdo en que la sabiduría consiste en que lo uno es todo.” (Pág. 218)
¿A quién le cabe en la cabeza la presencia de algo, lo que sea, que no se mueve, que no cambia, que no se extingue? ¿De dónde viene ese afán por demostrar que todo es uno? ¿Y para qué toda esa parafernalia filosófica? Simplemente, para darle curso a la constitución del instrumento de dominación por excelencia: el Ser, el principio sobre el que se configura la realidad social piramidal. No en vano, estos personajes hacían parte de la aristocracia griega. Pertenecían a poderosas familias, eran propietarios de esclavos y legislaban para la ciudad en beneficio propio. Aquí vale la pena anotar que muy rara vez los historiadores, recopiladores o comentaristas de estos personajes hacen mención de este hecho.
¿Pero, en realidad, a qué se remite exactamente el Ser? ¿Qué se esconde bajo su ropaje “trascendental”? Si lo analizamos detenidamente, encontramos que éste no es más que una configuración histórico-social del pensamiento. Una manera de usar el lenguaje para crear realidades estáticas. Una verdadera cárcel de la mente. A partir de esta disposición, se determina la voluntad, el conocimiento, el hacer y las emociones del esclavo, o como se llame en cada momento (siervo, lacayo, súbdito, subordinado, samurái, obrero, empleado, operario, vendedor, asesor). Es claro que ningún humano, por voluntad propia, se construye un ser. Efectivamente, éste es incompatible con la propia biología. La biología no admite estabilidades, ni permanencias.
Pero, en la sociedad vertical, la civilización, donde impera la ley del sometimiento, a todos, cuando nacemos, el poder nos emplaza un Ser, a través de la cultura, las instituciones, la familia, sus ritos y sus ceremonias (elementos que constituyen la realidad creada por los amos). A partir de allí, nuestra vida se vuelve vacua, inocua y banal. El trabajo lo cubre todo. Lo más grave es que nunca sabemos quiénes somos, porque nuestra configuración interior está estructurada de tal forma que permanece oculta, ignorada, aun para nosotros mismos. Allí es cuando lo peor que nos puede suceder es que alguien nos pregunte: ¿Y…tú, quién eres? No tenemos la más remota idea; a duras penas tenemos noticias sobre nuestra pobre historia.
La presencia de ese ente extraño, el Ser, en nuestro interior, que nos inmoviliza, nos hace vulnerables a múltiples enfermedades mentales. Entre ellas encontramos las fobias, las filias y las manías.
Para Freud, estas enfermedades, en general, son manifestación de los instintos inconscientes que viven arraigados en nuestro interior. Y ¿Cuáles son? Básicamente, uno: El Instinto agresivo.
Homo hominis lupus22: ¿Quién se atrevería a refutar este refrán, después todas las experiencias de la vida y de la historia? Por regla general, esta cruel agresión espera para desencadenarse a que se la provoque, o bien se pone al servicio de otros propósitos, cuyo fin también podría alcanzarse con medios menos violentos.” (Freud, Sigmund, El Malestar en la cultura, 2009, pág.101)
Por el contrario, para nosotros estas anomalías no son fruto de ningún inconsciente. No hay fuerza innata que genere comportamientos violentos. Lo podemos ver en las fobias, los miedos23, éstos expresan las limitaciones a las que el Ser somete al humano, a quien se le ha impedido desplegarse. Una definición general la encontramos en el siguiente texto:
Una fobia (palabra derivada de Fobos (en griego antiguo Φόϐος, ‘pánico’, que era la personificación del miedo en la mitología griega, hijo de Ares y Afrodita) es un trastorno de salud emocional que se caracteriza por un miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas [ como, por ejemplo, a los insectos (entomofobia) o a los lugares cerrados (claustrofobia). También se suele catalogar como fobia un sentimiento de odio o rechazo hacia algo que, si bien no es un trastorno de salud emocional, sí genera muchos problemas emocionales, sociales y políticos.” http://es.wikipedia.org/wiki/Fobia
El lenguaje psicoanalítico, en versión del psicoanalista Roland Chemama, define la fobia como “Ataque de pánico ante un objeto, un animal, una disposición del espacio, que actúan como señales de angustia.” (Diccionario del Psicoanálisis, pág.166) Es justamente ese yo inocente, ingenuo, atrapado en el ser, el que siente pánico, angustia, porque está privado del conocimiento, aunque las definiciones de la enfermedad no lo mencionen. Ese territorio en el que habita está plagado de monstruos, fantasmas, espíritus, duendes, demonios, animales, sociedad y todo tipo de sombras y alucinaciones que generan los cientos de pesadillas que le quitan la calma y le impiden vivir. El padre24 le ha arrebatado el conocimiento. El miedo reina donde el conocimiento falta. Y donde impera el miedo no hay ni siquiera la más mínima resistencia ante la injusticia.
En lo que tiene que ver con las perversiones, éstas manifiestan los profundos desgarramientos emocionales interiores del Ser.
El término, bastante antiguo, de perversión, con su significación de “vuelco, inversión”, sugiere por sí mismo la noción de una norma moral o natural de la que el perverso se apartaría. Recordemos que la iglesia, muy tempranamente, relegó la sexualidad a la estricta finalidad de la reproducción.”(pág.320)
O en otra explicación más precisa:
toda relación en la que se busca el placer sexual fuera de las relaciones llamadas “normales” con un compañero del sexo opuesto y de la misma edad. Experiencia de una pasión humana en la que el deseo sostiene el ideal de un objeto inanimado”. (SAZ, Isabel, Diccionario de psicología, 2006, Pág. 207).
¿Por qué se prohíbe el deseo? ¿Qué se pretende obtener matando las emociones? Como afirma Jacques Lacan: “Los términos goce y castración vienen (…) a recordar que, para el sujeto hablante, la ley se funda en la prohibición (interdicción) del goce.” (Citado por Roland Chemama, pág.264) La inferencia es clara. Brevemente, los deseos constituyen el principio dinámico del despliegue humano, o de cualquier forma biológica. Tales sentimientos empujan el cuerpo hacia el pensamiento, la emoción, la acción; hacia el cambio. Y un cuerpo que satisface sus deseos25 no da lugar a las perversiones, pues nada reprime sus fuerzas. Tal situación le conduce a establecer relaciones de querer con el mundo que le rodea, con los demás y consigo mismo, y éstos vínculos, auténticamente humanos, son incompatibles con la relaciones de poder ¡He ahí el quid de la cuestión!
En lo que se refiere a las adicciones, constituyen los refugios a los que huye el ser para no perecer en el aburrimiento de la monotonía de la inutilidad ontológica. Se presenta en las personas que tienen fracturada la acción como resultado de la prohibición del hacer.
Una adicción es, en el sentido tradicional, una dependencia hacia una sustancia, actividad o relación que arrastra a la persona adicta lejos de todo lo demás que le rodea. Está representada por los deseos que consumen los pensamientos y comportamientos de las personas, y actúan en aquellas actividades diseñadas para conseguir la cosa deseada o para comprometerse en la actividad deseada (comportamientos adictivos). Y, a diferencia de los simples hábitos o influencias consumistas, las adicciones son "dependencias" con graves consecuencias en la vida real que deterioran, afectan negativamente, y destruyen relaciones, salud (física y mental), y la capacidad de funcionar de manera efectiva. Adicción es debilitamiento.”
La invención del Ser por los griegos les facilitó a los amos de todos los tiempos disponer de un dispositivo especial, una semilla peculiar, la idea justa, para moldear la mente. Y fue precisamente Aristóteles quien definió las formas principales: la lógica, creada para reducir la mente humana al pobre sentido común; la física, para distorsionar la visión de la naturaleza, la política, para convertir la conspiración en el arte de gobernar; la ética, para incorporar la obediencia como el principio de la felicidad; la metafísica, para enrarecer la interioridad en las sombras de una supuesta alma; la poiética, para mantener la piel alejada de la sensibilidad, del goce, del mundo.
Es claro que se le pueden crear distintas realidades permanentes al Ser: ser mitológico, ser religioso, ser racional, ser complejo. Pero, también es cierto que en el único territorio en donde es imposible tal disposición es en los espacios del caos, o sea, de la vida. Allí, la organización de estructuras disipativas impide la construcción de ordenaciones duraderas.
Lo anterior nos conduce a pedirle al lector que nos permita hacer otro paréntesis, otra pausa necesaria. Sí, ahora precisamos hablar sobre realidad ¿Cómo la definimos? ¿Qué factores intervienen sobre ella? ¿Cuál es su origen? ¿Qué importancia tiene para la vida?


Ecuación Con la que se Construyen Realidades Humanas
R
Interacción[7]
Teoría descriptiva
Mediadores
Fuerza relativa
Conducta con la distancia ®
Alcance (m)
1038
10-15
1036
1025
10-18
1






Breve Explicación de la Ecuación
Con los conocimientos que tenemos hasta ahora, podemos afirmar que una realidad es la configuración espacio-temporal en la que se despliega o se repliega la energía, cualquier clase de energía. Tal configuración es el resultado de la interacción colaborativa entre distintas fuerzas presentes en la naturaleza y la propia fuerza aportada por los humanos: el lenguaje. Esa configuración constituye el nicho ecológico en el que se ensanchan todas las opciones de las formas biológicas (el ADN, el ARN), cuando el hábitat creado es positivo; o se marchitan antes de crecer, cuando es negativo. La ecuación que proponemos permite entender las relaciones que se establecen entre las diferentes fuerzas que actúan en la construcción de realidades. La primera variable, fg hace referencia a la fuerza gravitacional, su partícula es el gravitón, “…estudiada inicialmente por Newton y luego por Einstein, quien le dio un nuevo enfoque.” La segunda, Fnd, partícula, el bosón, “la fuerza débil o fuerza nuclear débil o interacción nuclear débil actúa entre partículas elementales, en todos los procesos de interacción entre los neutrinos y la materia. La fuerza débil o interacción débil es responsable de algunas reacciones nucleares.” La fem, partícula el fotón, “…dos partículas con cargas eléctricas iguales se repelen. Dos partículas con cargas eléctricas diferentes se atraen. En ambos casos, con una fuerza que es directamente proporcional a las cargas eléctricas y que disminuye con el cuadrado de la distancia que las separa. Es la interacción electromagnética.” La fnf, partícula, el gluón, “la fuerza nuclear fuerte o interacción fuerte es un centenar de veces más intensa que la fuerza electromagnética y es la que mantiene unidos en el núcleo atómico a protones y neutrones.” Finalmente, L, partícula, el humanito, el lenguaje es la fuerza que configura todos los tipos de realidad a partir del manejo de las demás fuerzas y, sobre todo, de la disposición dinámica del conocimiento. El símbolo matemático que usamos es la Ս de unión, pues no estamos hablando de sumas y restas, sino de puntos de encuentro colaborativos. Todo lo anterior significa, en primer lugar, que cualquier realidad se puede construir a partir de un sistema de pensamiento (mito, fe, razón, complejidad, etc.), con base en el manejo de las fuerzas que hasta ahora conocemos. En segundo lugar, que los humanos tenemos la libertad de elegir, construir, deconstruir, la realidad en la que queremos habitar. No existe obligación de ninguna clase para vegetar en un espacio-tiempo que repliegue nuestras enormes posibilidades vitales. Y en tercer lugar, que todos los aspectos contextuales que inciden en la vida, tales como los factores económicos, sociales, políticos, culturales, científicos y tecnológicos, son el resultado de la creación humana, que bien podría ser colectiva; sin embargo, las realidades que hemos conocido hasta nuestros días han sido el resultado de la construcción caprichosa y arbitraria de una ínfima minoría de personas que nos ha puesto a replegarnos en los míseros espacios en los que nos hemos visto encerrados.
Luego de la descripción que hemos hecho, vale la pena citar a uno de los físicos más importantes del siglo XX, Erwin Schödinger, científico austriaco famoso por plantear los dilemas de la física cuántica:
Nos enfrentamos, pues, a la notable siguiente situación. Nuestra imagen del mundo se elabora a partir de la información proporcionada por los órganos sensoriales de la mente (de manera que la imagen del mundo es y se conserva, para cualquier hombre, como una elaboración de su propia mente, y no es posible demostrar que esta imagen tenga otra existencia), mientras que nuestra mente consciente se queda en algo extraño dentro de esta imagen, no tiene espacio vital en ella, no es localizable en ningún punto del espacio.” (1990, págs.45-46)
Lo que Schödinger pone de manifiesto es justamente esa dicotomía entre la realidad impuesta, que se piensa como propia, y la realidad necesaria para el despliegue, que se presenta como algo extraño a nuestra propia consciencia.
Mucho más clara queda esa fuerza avasallante de la realidad impuesta desde arriba, en el trabajo de Peter L. BERGER y Thomas LUCKMANN, La Construcción Social de la Realidad.
Aprehendo la realidad de la vida cotidiana como una realidad ordenada. Sus fenómenos se presentan dispuestos de antemano en pautas que parecen independientes de mi aprehensión de ellos mismos y que se les imponen. La realidad de la vida cotidiana se presenta ya objetivada, o sea, constituida por un orden de objetos que han sido designados como objetos antes de que yo apareciese en escena.” (2003, Pág.37)
La Fe Mueve Montañas…de Dinero.
Regresamos a nuestra exposición central. El mito fracasó por su fragilidad. Por un lado, los esclavos no aguantaban más tanto mundo mentiroso, injusto y ajeno. Por el otro, había muchas rivalidades entre los amos por el poder; sus dioses y templos ya estaban viejos y desgastados; además, crecían las invasiones de los “bárbaros” y los hunos que amenazaban con arruinar al imperio ¡Era la época en que todos los caminos conducían a la rebelión contra Roma! Se necesitaba crear una nueva realidad. Y eso fue precisamente lo que hizo Constantino, el astuto emperador romano del siglo IV, para que el poder no se les saliera de las manos a quienes por más de seiscientos años habían gobernado las tierras de Rómulo y Remo.
La situación no era fácil:
Constantino tuvo que guerrear contra los alamanes y godos. Con éstos llegó a un acuerdo para que guardaran la frontera danubiana de nuevas invasiones y proporcionaran tropas auxiliares. También hubo tensión con Persia a causa del ya largo contencioso por Armenia. En 330 el emperador decidió fijar su nueva capital –Constantinopla- en oriente, en el emplazamiento de la antigua colonia griega de Bizancio, sobre el Bósforo. Tenía una estratégica ubicación, y desde ella podían atenderse mejor los asuntos del este. Se dieron facilidades de instalación a gentes de la más diversa condición social y se concedieron especiales derechos a sus habitantes. La ciudad prosperó económicamente y tuvo una acusada impronta cristiana frente a la vieja Roma, cuna del paganismo.” (Historia Universal, pág.254)
Y salió airoso porque el sagaz romano cocinó una nueva estrategia en el Concilio de Nicea, en el año 325 d.C. Allí efectivamente, resumiendo la experiencia egipcia y griega, alcanzó tres resultados que eran impensables antes: primero, les creó, por primera vez en la historia, un dios a los esclavos, Jesucristo. Desde ahora, ellos trabajarían como siervos, en las haciendas medievales con la promesa de la redención, la salvación, el amor incondicional y la compasión de su propia deidad. Su conocimiento se reduciría a la máxima de la fe: “Certeza de lo que se espera; convicción de lo que no se ve.” (Hebreos 11:1) Los reyes y los nobles serían simples siervos del único dios al servicio de los humildes26. Segundo, acabó con las divisiones que implicaba la proliferación de dioses paganos, lo cual permitió reordenar al imperio romano para enfrentar con éxito los peligros de los nuevos tiempos. Tercero, le dio tranquilidad al poder y a la aristocracia europea durante más de mil años. Y todo aquello edificado sobre una máxima: credere quia absurdum.27
Eso fue posible porque,
La doctrina del hombre creado a imagen de Dios impuso restricciones a la costumbre de marcar a los esclavos en la cara y aún inició la serie de medidas que, finalmente, darían fin a la esclavitud misma. Comenzaron las medidas tendentes a la protección de los niños abandonados por sus padres y a la salvaguardia de la santidad del matrimonio. Pese a la infiltración del espíritu y las maneras paganas en la Iglesia, y pese a la propia decadencia espiritual de ésta, el poder del Evangelio hizo su impacto en el Imperio y aún más allá de sus fronteras.”
Y la clave de toda esa armazón estratégica se encuentra en el documento más importante del Concilio, El Credo de Nicea.
"Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.
Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.
Y en el Espíritu Santo.
A quienes digan, pues, que hubo cuando el Hijo de Dios no existía, y que antes de ser engendrado no existía, y que fue hecho de las cosas que no son, o que fue formado de otra substancia o esencia, o que es una criatura, o que es mutable o variable, a éstos anatematiza la iglesia católica."
A partir de esta perspectiva la fe configuró una nueva realidad en la que crecieron reinos, dinastías, apellidos y toda clase de gabelas a favor de los detentadores del poder. Con la fe, se conquistaron nuevos mundos, se saquearon grandes riquezas, se evangelizaron extensas comunidades, se colonizaron nuevas tierras y se construyeron enormes imperios que subyugaron a la población. ¡Ninguna idea anterior había tenido tanta fuerza para crear tanta riqueza para unos pocos! Y aún hoy, a pesar de carecer de la fuerza mística que la caracterizaba en el mundo medieval, sigue siendo el refugio de la desesperanza de miles de millones de fieles del mundo y una eficiente máquina de producción de dinero.
! Atrévete a Usar tu Propia Razón ¡¡Cumple con tu Deber!
Pero, la fe, a pesar de lo portentosa e indestructible que parecía, corrió la misma suerte que el mito, se derrumbó sin remedio. Y por la misma causa, su fragilidad interior. Guerras religiosas, inquisición, persecución, hogueras, pestes, hambrunas, derroche y vanidad, fatigaron a la población y la condujeron a rebelarse contra la monarquía para hallar otras alternativas.
Fue el momento en que los comerciantes, los artesanos, los aprendices y los artistas sintieron la necesidad de renacer, de pedirle prestada la razón a Aristóteles para construir otro mundo, otra sociedad. “A partir de 1770, el edificio del Antiguo Régimen comenzó a cuartearse ante los embates de una serie de oleadas revolucionarias (la Revolución Americana y la Revolución Francesa) que, en unas pocas décadas, terminaron por arruinar realidades históricas de viejas raíces.” (Historia Universal, pág.806) Comenzó el período de los Contratos Sociales. De las constituciones, de la democracia, de la división de los poderes públicos y…de los profundos abismos sociales. El 4 de julio de 1776, en Norteamérica, se dio inicio oficial a la nueva realidad. Comenzaba la época del mundo moderno, la era del capitalismo, de la democracia, de la promesa de progreso burgués, de la igualdad, de la fraternidad, de la libertad, del reconocimiento, del desarrollo científico y tecnológico, es decir, el tiempo del imperio de la razón. “…la ciencia moderna mejoraría la vida y haría retroceder la enfermedad y la pobreza. La naturaleza, eterna adversaria del hombre, sería vencida por la tecnología moderna y se vería forzada a servir a la felicidad humana. (Fukuyama, Francis, 1993, Pag.30)
¿Y cuál era esa fortaleza de la razón que permitía crear un nuevo e insuperable mundo? “Kant afirma que el acto cognoscitivo no es, como le parece al sentido común, exactamente una adecuación de la mente al objeto. Al contrario: son los esquemas mentales ya presentes en la mente los que determinan qué podemos conocer del objeto. Estos esquemas funcionan como un filtro, seleccionando las modalidades de la realidad que pueden ser recibidas por la mente; son como una especie de anteojos que se interponen entre la mente y el mundo.” (Atlas Universal de Filosofía, págs.875-876) Es evidente la constatación que hace el filósofo de Könisberg acerca de que el conocimiento es una configuración mental (esquemas) que determina la forma como se ve, como se percibe el mundo. La conciencia se pone de manifiesto, se ve así misma (Pienso lo que pienso). Eso es incuestionable ¿Dónde está la falla, entonces? En pensar que esas estructuras (denominadas por Kant formas a priori de la mente) eran innatas, universales, necesarias.
Tal percepción convierte a la razón en un tumor cerebral, una construcción ideológica naturalizada, rígida28 que impide el despliegue físico y mental. Pero, siendo el desacierto tan fácil de demostrar ¿por qué se mantiene a toda costa? ¡No sólo eso! Se eleva a valor máximo de toda clase de pensamiento, de conocimiento. “…al igual que en un tribunal en el que el juez y acusado fuesen la misma persona, la razón, si quiere determinar cuáles son sus propios límites de acción, debe citarse a juicio a sí misma y analizarse a sí misma para verificar los límites de su propia legalidad: es decir, establecer cuándo y dónde se produce un conocimiento verdadero y cuándo, en cambio, un error.” (Pág.875)
Todo este galimatías lo podemos entender si partimos del presupuesto de que se trataba de edificar la nueva realidad burguesa, la de la gran industria, los bancos, las corporaciones, la ciencia y la tecnología al servicio del dinero, del éxito. Se requería, sin duda, de una estructura gnoseológica que garantizara esa frugalidad del aparato productivo. “…la política moderna creó un Estado de poder sin precedentes, para nombrar el cual hubo que acuñar una nueva palabra: totalitarismo. Apoyado en un eficiente aparato policiaco, en partidos políticos de masas y en ideologías radicales que querían controlar todos los aspectos de la vida humana, este nuevo tipo de estado aspiraba nada menos que al dominio mundial.” (Fukuyama, Francis, 1993, pág.32) ¡Y, naturalmente, para eso fue creada la razón!
La concreción de tal propósito se puede verificar, particularmente, en la formulación de la ética burguesa, en la Crítica de la Razón Práctica, “…si un comportamiento entra en el imperativo categórico, pudiendo ser universalizado como ley general, no es negociable y deberá, sin duda, ser puesto siempre en acto.” (Atlas Universal de filosofía, pág.883) ¿Qué significa todo eso? Simplemente: Tienes un lugar en la sociedad. Eres igual a todos. Tienes unas funciones. Eres consciente. Obedécete a ti mismo. Produce y consume sin descanso ¡Cumple con tus obligaciones! ¿Ganador? El egoísmo capitalista.
Los acontecimientos económicos, políticos, sociales y culturales del siglo XIX y XX pusieron de manifiesto la debilidad de la razón. Sobre todo, las guerras mundiales dejaron ver dramáticamente las profundas falencias e incoherencias del sistema de pensamiento burgués. “Puede decirse sin riesgo que el siglo XX nos ha convertido a todos en hondos pesimistas históricos.” (Fukuyama, Francis, 1993, pág.29) Desilusión que muestra tan sólo la punta del iceberg de una consternación cuyas consecuencias son completamente impredecibles.
En la Encrucijada de la Complejidad: Pensamos una Cosa; Sentimos otra Distinta; Hacemos Algo Completamente Diferente.
¡Y la razón también se derrumbó, inexorablemente! ¡Todo, en ella, era superfluo! En su lugar, apareció la complejidad. La rimbombante postmodernidad polivalente. Llena de promesas. Ya no habría meta-relatos, ni utopías, ni universales, ni verdades absolutas, ni senderos determinados; la ideología, al igual que la lucha de clases, había desaparecido; la historia llegaría a su fin y aparecería el último hombre, se alcanzarían todos los sueños humanos; la realidad ya no nos sería ajena: los realities nos permitirían crearla a nuestro antojo, en vivo y en directo, todos los días; había llegado el reconocimiento, thymos29 para todos: ahora podíamos hacer parte de nuestro parche (punkero, roquero, rapero, metalero, emo, satánico, cristiano, evangélico, musulmán, judío, budista, demócrata, republicano, liberal, socialista etc., etc., etc.) Era la época de las tribus urbanas, de la aldea global. Los megacentros comerciales de las metrópolis pondrían el mundo al alcance de todos. Finalmente, viviríamos felices en la sociedad del conocimiento y de la abundancia; entretenidos con fútbol, reinados, conciertos, películas, reggaetón, las 24 horas del día; conectados con el mundo a través de facebook y twitter, las redes sociales que nos permitirían comunicarnos cada vez más.
Todo lo anterior sería posible por medio de los dispositivos tecnológicos aportados por las cinco grandes revoluciones: informática, cuántica, electromagnética, biomolecular y acuícola. Celulares, computadores, redes, cámaras, GPS, IPOD, IPAD. Y ni hablar de las cantidades infinitas de mercancías (comida, techo, vestido) para consumir. Ya no hay de qué preocuparse “¡Aquí, usted está siendo vigilado!”
Sólo había un pequeñito problema:
Un fantasma sobrevuela el planeta: el fantasma de la xenofobia. Las sospechas y animosidades tribales antiguas y modernas –que nunca se extinguieron por completo y han sido recientemente sacadas del congelador y puestas a calentar- se han mezclado y combinado con la flamante sensación de inseguridad que se destila de la incertidumbre y desprotección de nuestra moderna existencia líquida.” (Bauman, Zygmunt, 2008, pág.155)
Descubrimos, de pronto, que todo lo que nos decían, lo mismo hoy que en otro tiempo, son patrañas: La abundancia es únicamente para los acaudalados propietarios de las grandes corporaciones que manejan el mundo (Coca-Cola, Microsoft, Telmex, Adidas, Nike, IBM, Apple, Monsanto, Citibank, Cnn, McDonalds, Samsung, Benetton, BP, Petrochina, China Nonferrous Metals International Mining, entre otras); en contraste, hay en este momento, según las propias Naciones Unidas, más de cuatro mil millones de humanos en el planeta que tienen ingresos inferiores a dos dólares diarios, es decir, ni siquiera pueden cubrir una simple comida completa diaria. En síntesis, “Las ciudades contemporáneas son basurales donde se arrojan los productos malformados o deformados de nuestra moderna sociedad líquida (mientras que, con toda seguridad, ellas mismas siguen contribuyendo a la acumulación de desechos).” (Pág.152)
En lo que tiene que ver con nuestro tema central, el conocimiento, hoy éste ocupa un lugar muy secundario entre la población. Lo que importa son las patentes, celosamente custodiadas por la OMC (Organización Mundial del Comercio), con el fin de que nadie tenga acceso a ellas. El conocimiento, hoy como ayer, sólo sirve para amasar fortuna.
Conclusiones.
Después haber realizado un amplio recorrido por los recovecos históricos en los que anduvo el esfuerzo del pensamiento humano por configurar el conocimiento, y de mostrar los inconvenientes que ha necesitado enfrentar, podemos extraer varias enseñanzas cruciales. Primera, las posibilidades de supervivencia y transformación; de despliegue biológico y mental de la especie humana dependen principalmente de que se garantice el acceso al conocimiento a todos los humanos y no sólo a unos cuantos privilegiados. Ésta es una condición de supervivencia no únicamente de las personas, sino de toda la vida en el planeta. Los problemas ambientales, de contaminación y depredación se resuelven cuando el conocimiento mejore nuestras relaciones con el entorno. Si optimizamos los vínculos con el medio, a la vez, renovamos nuestras propias relaciones. Nos volvemos verdaderamente empáticos. Segunda, para garantizar el acceso colectivo al conocimiento necesitamos liberarnos del Ser, es decir, de toda pretensión de manipulación cerebral. Definitivamente, no necesitamos de amos, ni verdugos que nos digan lo que tenemos que pensar, sentir, o hacer. Tal emancipación ofrecería las condiciones apropiadas para una vida de alta calidad. Ésta, por supuesto, no dejará de tener conflictos, la diferencia es que cuando la vida la maneja el Ser, la guerra se manifiesta como pretensión de negar el conflicto, mientras que cuando ésta está despojada de ser, el conflicto se convierte en un atractor, fuerza que facilita y dinamiza los ensanchamientos biológicos en beneficio de la vida toda. Tal transformación requeriría de la superación definitiva de la sociedad vertical, basada en relaciones de poder y, por lo tanto de explotación; y del advenimiento de la sociedad horizontal, fundamentada en las relaciones de querer y, por lo tanto, de cooperación. Tercera, la construcción de realidades que faciliten los despliegues rizomáticos a todos los miembros de la sociedad, y que sea el resultado de la participación directa, indelegable, de cada uno de sus integrantes, con base en el conocimiento profundo de cada una de las fuerzas que intervienen en el proceso creativo de ésta, abrirá horizontes insospechados de transformación en los que la pesadilla civilizada será simplemente un lejano recuerdo de un episodio definitivamente superado. Ahora sí, realmente, comenzamos a vivir.
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WEBGRAFÍA



1 Realidades replegadoras: realidades que impiden el despliegue de la energía de las cosas que se encuentran en su entorno. Su ambiente es agresivo. Por el contrario, las realidades desplegadoras facilitan la apertura de todas las posibilidades de las cosas; no hay hostilidad en su hábitat; es lo que se denomina un nicho ecológico.
2 Relaciones violentas y hostiles que impiden tejer tejido social, porque se basan en la desconfianza, la mentira y el aprovechamiento del otro.
3 Autor de uno de los libros más conocidos en esta época, “Guerra y Paz en la Aldea Global.”
4 O aporofobia, que significa miedo al pueblo, temor a los pobres. Terrible sentimiento que embarga al amo cuando los súbditos se rebelan. Entonces, su inmensa pequeñez se pone de manifiesto y se vuelve insoportable.
5 Cuando nos referimos a la perspectiva dimensional, nos estamos refiriendo a las dimensiones cuánticas que se han venido formulando en la física contemporánea y que constituyen enormes posibilidades de expansión del pensamiento humano.
6 Doxa, como la llamaban los griegos.
7 Cuando nos referimos a lo rizomático, hacemos referencia a las múltiples posibilidades de despliegue que producen las ideas nuevas y originales.
8 El subrayado es nuestro.
9 ¿Sabe usted por qué Bacon pertenecía a la Orden Rosacruz?
10 La física cuántica ha mostrado la existencia de muchas dimensiones en el universo. (Kaku, Michio, Hiperespacio, 1996). Tales dimensiones son las formas en las que se configura cualquier clase de realidad, a partir de la interacción de las fuerzas de la naturaleza y del lenguaje. Monolandia se refiere a la primera dimensión (ejemplo: Egipto, Grecia y Roma). La sociedad monolandesa funciona con base en una coordenada: la flecha, el destino; adelante y atrás. Eso es todo.
11 Creador de las sociedades secretas (esotéricas), basadas las ciencias ocultas, que servirían de modelo para el funcionamiento conspirativo de los grupos que manejan el poder en todas partes del planeta.
12 El pueblo que sirvió de inspiración a Homero para narrar las más grandes epopeyas fundacionales griegas: La Iliada y la Odisea, que sirvieron de modelo a toda la sociedad occidental.
13 Dimensión de dos coordenadas: Adelante, atrás y a los lados, la cruz; el cruce de caminos; la tierra es plana, la música es llana, la pintura no tiene perspectiva.
14 Dimensión de tres coordenadas: Ancho, largo y alto. X, Y, y Z. El rascacielos, el motor, los aviones, las telecomunicaciones.
15 Dimensión de cuatro coordenadas, además de las anteriores, se suma el tiempo; movimiento, cambio, evolución, mutación, transgresión.
16 No por las gentes mismas, sino por los invisibles hilos del poder, que usa todos los medios de que dispone ilimitadamente (radio, televisión, internet, móviles, ipod, ipad, prensa, redes sociales) para volverlas imbéciles, estúpidas. Su propósito es adormecerlas; matarles la curiosidad.
17 Palabra que proviene del vocablo latino fámulos, que significa esclavo doméstico.
18 Que en el mundo griego significaba técnica.
19 La música tiene la facultad de hacer maleable el pensamiento. Sus vibraciones son instantáneas y afectan de inmediato a los sentidos, especialmente al oído y a la piel, permitiendo la percepción rápida de cualquier mensaje, es decir, disponen a las neuronas para establecer conexiones duraderas; facilitan la generación de sinapsis de largo plazo.
20 Estas Ulas son estructuras ideológicas de la lengua; que tienen la propiedad de activarse en situaciones particulares a fin de reforzar los contenidos que expresan y que, normalmente, hacen referencia a lo que permanece inalterable, o a lo que Aristóteles denomina como sentido común, ejemplos: “Loro viejo no aprende a hablar.” “De tal palo tal astilla.” “Más vale pájaro en mano que ciento volando.” “Siempre ha habido ricos y pobres.” “El hombre es perverso y cruel por naturaleza.” “No por tanto madrugar amanece más temprano.”
21 A quienes, con mucha frecuencia, se les llama adolescentes (¿de qué adolecen?) con el propósito de subvalorarlos, hacerlos ver como inválidos, para que no opongan resistencia en el proceso de instalación de los dogmas en su cerebro.
22 “El hombre es un lobo para el hombre”, frase acuñada por Thomas Hobbes, filósofo británico del siglo XVII, en su libro Leviatán.
23 Uno de los mayores descubrimientos de los amos es que el miedo es el arma más letal. Ningún otro artefacto logra algo tan importante: inmovilizar, anular, bloquear la voluntad del hombre encarcelado en las prisiones del miedo. Claro, es importante distinguir entre ese miedo que inmoviliza y el “miedo” que moviliza, el cual sería mejor llamar “estado de alerta”, porque permite interactuar con el mundo, y enfrentar los peligros reales con mucha serenidad.
24 Obviamente, el padre, en este caso, hace referencia a la sociedad civilizada, a la autoridad, a la ley, a la norma, a la institucionalidad.
25 Cuando hablamos, aquí, de deseos, nos referimos a todo aquello que el cuerpo experimenta en términos de manifestación de la necesidad de despliegue, es decir, los deseos del cuerpo tienen la cantidad exacta de su necesidad biológica, emocional y mental concreta. En otras palabras, un cuerpo no desea más de lo que necesita; cuando lo hace, es porque su deseo ha sido constreñido y, en ese caso, el deseo se incrementa, se potencia para romper la prohibición. Este proceso constituye un verdadero mecanismo de defensa que, infortunadamente, se convierte en enfermedad mental.
26 Recordemos la máxima: “Otra vez os digo que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.” (Mat 19:24).
27 Creo porque es absurdo.
28 La rigidez, o psicorigidez, es el resultado de la presencia de estructuras y esquemas mentales invariables, permanentes en el cerebro. Esa permanencia es el resultado de la construcción de universales, principios, leyes, axiomas, teoremas, códigos, es decir, formas estáticas, irreversibles, que impiden la evolución, la mutación, el cambio mental. El cerebro se comprime y se niega a evolucionar.
29 Según Hegel, el thymos es el motor de la historia, la causa de los conflictos, la dialéctica del amo y el esclavo; su logro constituye la victoria definitiva del espíritu absoluto, el triunfo del reino de la libertad.