por Avelino Niño
Rodríguez
Magister
en Filosofía
“¿Por
qué caminos habrán llegado tantos hombres
a
esta actitud de hostilidad contra la cultura?”
Sigmund
Freud
Abstract:
The
present reflective character article, prepared by the author as a
contribution to the debates initiated in the Searching Group
“Subjetividades Juveniles”, of the Incca University from
Colombia, concerning ideas today’s young people have, shows the
disadvantages that human thought has endured in the process of
knowledge configuration. According to the author’s judgment, such
difficulties are the result of access prohibition to understanding
and the type of crinkle realities and antipathetic relations that
civilized man has created. These stages turned about precise ideas
that were "sowed" in the brain of human beings in every
epoch, through culture. In antiquity, fate was set and, with it,
there was born mythological reality, based on lying stories; in the
Middle Ages, hope was located and, with it, there germinated the
world of the faith, the feudal world, based on serfs’ empty belief;
in modern world progress was located and, with it, reason, with which
one gave course to the voracious capitalist system; in contemporary
world thymos was located and with it, the postmodern world get up
which constitutes, probably, the end of this strange odyssey.
Keywords:
Knowledge, Being, Reality, System of Thought, Epistemology,
Civilization, Society, Education, Myth, Faith, Reason, Complexity,
Culture, Postmodernity.
Resumen:
El
presente artículo, de carácter reflexivo, elaborado por el autor
como aporte a los debates suscitados en el Grupo de Investigación
“Subjetividades Juveniles” de la Universidad Incca de Colombia,
en
torno a las ideas que hoy tienen los jóvenes,
muestra los inconvenientes que ha padecido el pensamiento humano en
el proceso de configuración del conocimiento. A juicio del autor,
tales dificultades son el resultado de la prohibición del acceso al
saber y del tipo de realidades replegadoras
y de relaciones antipáticas
que creó el hombre civilizado. Estos escenarios han girado alrededor
de ideas precisas que se “sembraron” en el cerebro de los humanos
de cada época, a través de la cultura. En la antigüedad, se
instaló el destino y, con él, nació la realidad mitológica,
basada en relatos embusteros, mentirosos; en el Medievo, se emplazó
la esperanza y germinó el mundo de la fe, el mundo feudal, basado en
la creencia vacía de los siervos; en el mundo moderno se situó el
progreso y brotó la razón, con la que se le dio curso a la voraz
sociedad capitalista; en el mundo contemporáneo se colocó el thymos
y se levanto la postmodernidad, que constituye, probablemente, el
final de esta extraña odisea.
Palabras
Clave: Conocimiento, Ser, Realidad, Sistema de Pensamiento,
Epistemología, Civilización, Sociedad, Educación, Mito, Fe, Razón,
Complejidad, Cultura, Postmodernidad.
Introducción.
El
presente texto se propone explorar reflexivamente el conocimiento
humano y su íntima relación con la construcción de realidades. Es
nuestra manera de contribuir en los debates sobre los temas más
acuciantes en la sociedad planetaria de hoy. Por medio del
cuestionamiento argumentado, queremos mostrar las debilidades y
falencias del conocimiento que se ha manejado a través de la
historia, como consecuencia de estar enmarcado en un referente
civilizado estático: el Ser. Después de realizar el análisis,
deseamos proponer nuevas miradas, otros paradigmas, que nos permitan
abordar el conocimiento y la realidad desde las perspectivas más
avanzadas de nuestro tiempo. Queremos ingresar al siglo XXI con la
mente y los sentidos, liberados, completamente despejados; y con la
voluntad dispuesta a todo.
Entonces,
comencemos diciendo que cada día transcurrido en la historia humana
–y seguramente también en su prehistoria- remite, inevitablemente,
a los sinuosos y extraños espacios recorridos por el pensamiento
humano, en su esfuerzo por entender y configurar el conocimiento,
condición sine
qua non
de la toma de conciencia sobre su entorno y, por lo tanto, del
aseguramiento de su supervivencia. Nuestra extrema debilidad física
como especie sólo puede ser compensada con nuestra brillante e
inagotable inteligencia. Sin embargo, es evidente que hay mucha
oscuridad en el pasado, incluso hoy mismo, sobre el conocimiento. Y
parece que tal neblina se ha levantado intencionalmente, desde los
propios albores de la civilización. En palabras del geólogo e
historiador Roger Osborne: “Nuestra
civilización es un reflejo de lo que somos y de lo que valemos, pero
no estamos acostumbrados a pensar en lo que la civilización
significa realmente para nosotros.”
(Civilización, pág.8) ¿Qué nos llevó a ello? La explicación
parece simple: el
mundo civilizado nació sobre la base de la prohibición del acceso
al conocimiento.
El chamán no podía revelar sus secretos; el maestro artesano le
entregaba a cuenta gotas las técnicas al aprendiz; hoy, la
Organización Mundial del Comercio (OMC) cuida las patentes como las
niñas de los ojos. ¿Pero, acaso, no es ese el subtexto de la
epistemología? ¿De la gnoseología? ¿De la teoría del
conocimiento? ¿Tenemos alguna posibilidad de superar esos escollos
impuestos? No cabe duda de que la estructura social piramidal,
generadora de conflictos insolubles, exigía encriptar el
conocimiento, lejos de la curiosidad y el cuestionamiento de los
esclavos. Para
ellos, así como para los siervos, para los obreros y para los
operarios sólo hay adiestramiento, domesticación, mecanización,
instrucción, disciplina, es decir, formas que no impliquen fisgoneo,
ni invención, ni reflexión. De tal manera, que renuncien a vivir
dignamente, que sean más productivos y jamás caigan en la tentación
de rebelarse.
Como afirma el sociólogo y crítico cultural estadounidense, Niel
Postman, discípulo del filósofo canadiense Marshall Mcluhan,
“Toda
tecnología posee una filosofía que se expresa en la forma en que
esa tecnología consigue que la gente utilice su mente, en lo que
consigue que hagamos con nuestros cuerpos, en cuál de nuestros
sentidos desarrolla, en cuál de nuestras tendencias emocionales e
intelectuales desecha.”
(Citado por Al Gore, 2007, pág.32)
Sin
embargo, y a pesar de todos los trucos, de la magia, de la ilusión y
del encantamiento, el
esclavo termina irremediablemente descubriendo
los propósitos ocultos de sus amos. Intenciones que, por su carácter
siniestro, se vuelven más visibles, cuanto más se ocultan. Ésto
genera oclofobia
entre los poderosos quienes, para no poner en riesgo sus
“privilegios”, aprenden a mimetizarse, a conspirar en silencio, a
cambiar a tiempo las simbologías de sus tronos para que la sumisión
siga igual.
La historia del conocimiento, en el mundo civilizado, es la historia
de la adecuación del discurso de los poderosos a las condiciones de
insatisfacción, de disgusto, de gusto o de manipulación del
esclavo, para que jamás deje de obedecer y, por lo tanto, de
producir. ¿De dónde surge tal fatalidad? Naturalmente, del hecho de
que lo que mueve al amo no es la curiosidad, ni el asombro por las
cosas de la vida. Tampoco la vida misma le sorprende. Su
postura frente al mundo está llena de vanidad.
Mira, pero no observa; oye, empero no escucha; prueba, pero no
saborea; huele, sin embargo, no olfatea. Simplemente,
todos sus sentidos se encuentran atrapados, atrofiados por la vil
riqueza,
y ni siquiera por ella misma, pues, de hecho, ninguna fortuna será
nunca suficiente para colmar su ambición infinita. En resumen:
la auténtica debilidad del poderoso, su profunda desgracia, reside
en el hecho de no poder acceder ni al amor, ni a la creación, ni
mucho menos al conocimiento, que constituyen las auténticas
necesidades humanas ¡Qué paradoja! Rico y famoso, con todo el oro,
todo el dinero en sus manos y…no tiene nada.
De
vez en cuando llega hasta nosotros la melancólica queja de alguno de
esos personajes adinerados: “…intento
desesperadamente llenar el vacío cruzando el globo en busca de
causas justas en las que colgar mi sombrero filantrópico y
distraerme.”
(Estulin, Daniel, 2010, pág. 190) Si usted, lector, quiere
corroborar ese inmarcesible desierto que habitan los poderosos del
mundo, basta con que le haga las preguntas adecuadas a Enrique VIII,
rey de Inglaterra, o al expresidente norteamericano George W. Bush, o
al dueño de Microsoft, Bill Gates, o a la faraona de Egipto,
Cleopatra; o a la dama de hierro, Margaret Thatcher; o al hombre más
rico de Colombia en el 2010 y accionista de la compañía
surafricana SAB Miller, Julio Mario Santodomingo, o al hombre más
acaudalado del planeta tierra hoy, el mejicano-libanés Carlos Slim,
dueño de Telmex. Hombres y mujeres con mucho poder, con mucho
dinero, con mucha arrogancia y, sin embargo, con una pobre, precaria
e insignificante vida humana.
Pero,
antes de continuar con nuestra exposición, permítansenos aclarar a
qué nos referimos cuando hablamos de conocimiento. Es importante
establecer dónde estamos parados. Para que no se diga que lo nuestro
es un capricho. Desde nuestra perspectiva dimensional,
el conocimiento se refiere a una ecuación básica, y no obstante…
muy profunda:
ECUACIÓN
DEL CONOCIMIENTO
En
donde I
es
la variable
de informatización, procesamiento de datos, data. Su
papel es el de describir los distintos aspectos, formas, cantidades,
atributos, colores; la exterioridad, la fenomenología de un objeto,
una cosa, una realidad, o como se le quiera llamar, lo que aquí
importa es la cantidad y extensión de la información. C
hace referencia a la conceptualización,
interioridad, fundamento, es decir, las explicaciones profundas de
los referentes, producto del procesamiento de la información, y cuyo
propósito es lograr la mejor interpretación relacional y
estructural de ese referente. Finalmente, P
alude a paradigmatización, o sea, la capacidad de formular una
visión que conduzca a la transformación,
al cambio, a la mutación del objeto, a partir de su discernimiento
profundo y a la intervención
creativa
sobre él, o sea, a la construcción de nuevas realidades. S
es el saber,
el producto, resultado de todo el ejercicio del conocimiento. Es
el aporte del lenguaje
que, en conjunción con otras fuerzas de la naturaleza, permite la
construcción de realidades. En resumen: observamos algo;
interactuamos con él; lo entendemos; lo transformamos, con el fin de
modificar la realidad. Esa
realidad, ahora nos transforma, nos facilita el despliegue biológico
y mental; y entonces, comenzamos nuevos procesos, nuevas realidades,
más complejos, y así, sucesivamente.
A esto es a lo que, en este contexto, denominamos conocimiento.
De
lo anterior se desprende que, dependiendo del grado de cercanía
hacia las cosas, hacia las realidades, y de la disponibilidad de
herramientas científicas y técnicas, determinamos el acceso al
conocimiento y, por lo tanto, al tipo de experiencias, percepciones
sensaciones e ideas que definen el perfil de un hombre, una mujer, un
joven, un niño, una niña, un anciano. Si sólo poseemos
información, es claro que únicamente podemos expresar opiniones,
puntos de vista superficiales que no inciden rizomáticamente,
para nada, en las dinámicas de la vida, aunque hagan mucho ruido. Si
tenemos
la capacidad de conceptualizar, estamos en condiciones de ofrecer
múltiples y variadas explicaciones,
que pueden maravillar, aturdir a las personas. Nos volvemos eruditos,
ilustrados. Sin embargo, nos reducimos al simple rol de
contempladores,
por no decir repetidores, imitadores; podemos narrar todas las
anécdotas, con pelos y señales, sin lograr alterar en lo más
mínimo las estructuras profundas de la realidad. Esto suele ocurrir
con los académicos. Es posible que produzcan cismas, escándalos,
pero todo seguirá lo mismo. ¡Mucho
ruido y pocas nueces! Lo
único que han hecho es fatigar inútilmente el cerebro de sus
contertulios con cosas vanas, intrascendentes. Pero, si a la
información y a la conceptualización les adicionamos la
paradigmatización,
entonces, es cuando nos transformamos en atractores, es decir,
fuerzas que desatan todo tipo de procesos a su alrededor, generamos
verdaderos vórtices.
El suave aleteo de la mariposa que desencadena tempestades en la
distancia. Entonces, la vida se despliega en todas sus posibilidades;
la naturaleza se expresa de manera prolífica y todos los secretos
salen a la luz. ¿De dónde procede tal prodigio? Naturalmente, del
hecho de que ahora sí pertenecemos activamente al mundo, la
realidad ya no nos es ajena, la hemos construido nosotros mismos;
no estamos aquí como invitados de piedra; transformamos al mundo y,
a la vez, nos transformamos también nosotros mismos a favor del
logro de todas nuestras probabilidades vitales y las de los demás,
protegiendo, al mismo tiempo, al planeta. Esto es lo que constituye
una verdadera experiencia eureka. El
grave error de la civilización fue que nos alejó del mundo, de la
vida, nos hizo sedentarios, inválidos, profundamente vulnerables.
Las realidades que nos impuso, llevaron a nuestro sistema
inmunológico al debilitamiento; tanto, que hoy cualquier virus nos
puede liquidar. El conocimiento que proponemos, en la medida en que
se nutre de las propias dinámicas nómadas de la vida, está en
condiciones de corregir estas fallas.
Lo
antes dicho, también deja claro que el conocimiento que ha manejado
la sociedad civilizada, se encuentra muy lejos de esta perspectiva,
no es ni el pálido reflejo de una auténtica percepción (en el
sentido de consciente) del mundo. Ello se explica porque, para la
sociedad civilizada, el
conocimiento es un medio,
no un fin en sí mismo. Ejemplo
de ello es la Ilustración del siglo XVIII, en Europa; simplemente,
la burguesía necesitaba alfabetizar a los siervos para que se
convirtieran en obreros que pudieran leer los manuales que explicaban
el funcionamiento de las máquinas. Esto
convierte al conocimiento en un elemento instrumental, simple
herramienta que se juzga de acuerdo con su productividad material.
Ese es el único criterio de validez del conocimiento en esa
sociedad.
En
todas las culturas civilizadas, sin importar su contenido, ni su
forma, la principal prohibición es el conocimiento ¿Por qué? ¿Qué
pasó con Adán y Eva?
Una
Mirada General… a Vuelo de Pájaro.
Volviendo
a nuestra exposición central, en esos inicios del mundo civilizado,
los fundadores
también se encargaron de inventar versiones distorsionadas sobre la
vida de los grupos humanos anteriores, afirmando que ellos eran
salvajes, cavernícolas, trogloditas, bárbaros; obviamente, eso se
hacía con el fin de mostrar una supuesta
superioridad de los sedentarios
habitantes de la ciudad, para desprestigiar la vida nómada.
¡Imagínense eso! ¡Cerca de tres millones de años y sabemos muy
poco sobre lo que pasó con ellos, con los Australopitecos y los
Neardertales! Por eso, son muy pocas las referencias que tenemos de
ese distante pasado. Aunque, ahora, afortunadamente, se están
comenzando a realizar investigaciones que buscan arrojar luz sobre
esos “pasos lejanos”. Como afirma el antropólogo británico
Richard Rudgley: “Hasta
que no dejemos de ver la prehistoria como la más larga y negra de
todas “las edades oscuras”, nuestra comprensión del pasado, el
presente y el futuro de la humanidad seguirá siendo distorsionada.”
(2000, pág.57) También, recientemente, encontramos otra afirmación
muy reveladora: “El
cavernícola
de la edad de piedra, el
druida
sabio, el agricultor
avanzado, el pagano
ignorante y las leyendas sobre invasiones y migraciones
(reconstruibles en un mapa con un solo trazo) se
inventaron
para que encajaran de esta o aquella manera en una concreta
concepción del mundo.”
(Osborne, Roger, 2007, pág.53)
No
nos queda otro remedio, por ahora, que continuar con lo que está a
nuestro alcance. Así, el trayecto del conocimiento civilizado, tal
como lo distinguimos hoy, comienza en la Mesopotamia,
sombrío y desértico lugar en el que despegó esta rara aventura.
Lo
encontramos en la truculencia de los faraones egipcios
que inventaron la máxima de que “el
saber es poder”,
descubierta en el siglo XVII por Sir Francis Bacon
(Novum Organun, 1984), es decir, el arte de retener el conocimiento
para dominar, que los condujo a encriptarlo en los escondites del
sanctasanctórum de las pirámides, protegido por la Maat, suprema
guardiana del orden universal ¿Por qué, siendo el mundo egipcio
absolutamente machista, poligámico, erigió un icono femenino como
símbolo de control?
Belicosa
diosa Maat, envuelto en los papiros de los oscuros laberintos del
jeroglífico, para someter a los esclavos al caprichoso imperio del
sumo sacerdote, que era el propio faraón. Era el mundo de
Monolandia.
“…la sociedad egipcia se hallaba
dividida en tres grupos: la oligarquía nobiliaria, que monopolizaba
la cultura, los cargos del gobierno y los privilegios otorgados por
el faraón; los oficios que estaban subordinados a dicha élite
(escribas,
capataces, sacerdotes menores, soldados, artesanos)
y una inmensa mayoría de campesinos analfabetos. La vida diaria de
éstos últimos se refleja vívidamente en los relieves y pinturas de
las paredes de las grandes tumbas (mastabas) donde se enterró la
aristocracia egipcia: parece una sociedad dinámica, vitalista,
alegre, en la que las diversas ocupaciones (agricultores, pastores,
carpinteros, tejedores) cumplen de buen grado su cometido, en un
mundo que el gobierno faraónico supo integrar y armonizar, haciendo
de Egipto una tierra civilizada. Esa población trabajaba las
propiedades de la corona y los templos, o los dominios particulares,
en un estado de semiservidumbre.”
(Historia Universal, 2002, pág. 137)
Palas
Atenea: Diosa de la sabiduría, la estrategia y la guerra ¿Para qué
inventó la flauta? ¿Por qué se distanció de Ares? ¿Qué tiene
que ver el conocimiento con la guerra?
Luego,
aparece en los griegos,
que lo recluyeron en los fríos santuarios de Atenea, la diosa de la
sabiduría, la estrategia y la guerra, quien recomendaba: “-Si
allí hay un enemigo, tiene que ser aniquilado. Si no acabas con él,
un día el acabará contigo.”
(Köhlmeier, Michael, pág.34) Y, en el templo de Delfos,
Pitágoras
instituyó el conocimiento para que los vasallos de Apolo lo adoraran
consultando el antojadizo oráculo, o hicieran contacto con él en
las duras y encarnizadas contiendas olímpicas de los héroes. Ese
conocimiento manipulado por los aqueos,
que establece los íconos fundacionales de la sociedad civilizada,
sirve de soporte a la mítica sociedad en la que “Cada
aristócrata es dueño de vastas tierras, que trabajan su familia,
servidores y esclavos; posee grandes rebaños (…) y es dueño de un
tesoro que consta de objetos de metal, ricos tejidos y productos
alimenticios.”
(Historia Universal, 2002, pág.178)
Posteriormente,
se asoma en la arena del circo romano, territorio de Minerva, otra
diosa de la guerra, para que el súbdito sobreviviera como gladiador
a los embates de la locura latina. El conocimiento merodeó los
escenarios en los que se libraban las encarnizadas batallas.
“El
principal fenómeno social romano, latente durante varios siglos, fue
la abierta y dramática oposición entre la oligarquía patricia, que
detentaba el poder político y la primacía económica, y la masa de
la plebe, marginada de la vida pública, oprimida a menudo. Dentro de
éstos, los más ricos aspiraban a la igualdad política y social con
los patricios, mientras los más pobres buscaban protección contra
los abusos de los poderes estatales.”
(pág.228)
Minerva
es la diosa de la sabiduría, las artes, las técnicas de la guerra
¿Por qué es la patrona de los artesanos? ¿Qué tiene que ver con
la profecía?
Después,
el saber caminó sigilosamente por los oscuros y escurridizos
pasadizos de los castillos de los monarcas medievales europeos,
quienes lo ocultaron en las ficciones del Santo Grial para que los
siervos, en su modalidad de Caballeros Templarios, lo localizaran en
las cruzadas sangrientas que tiñeron de rojo al viejo continente y
al medio oriente, en nombre de Dios, o de Alá, para que los Borgia,
los Sforza, los Pazzi y los Medici colmaran su pedantería. Eran los
territorios de Planilandia.
Allí, ese conocimiento le fue negado a los siervos, masa desvalida
que se consumía en la angustiosa necesidad.
“Frente
a esta mayoría, que vivía agobiada por el problema de la
subsistencia, existía una minoría que nadaba en la abundancia,
incluso en los años de miseria: eran los grandes terratenientes, los
propietarios de los grandes dominios, de las Villae.
La villa era una gran extensión de tierra, propiedad de una sola
persona jurídica (rey, noble, obispo o comunidad religiosa), que
estaba dividida en dos grandes zonas: la llamada “reserva” o
“dominio”, explotada directamente por el dueño y en la que todos
los beneficios eran para él, y otra, llamada “tenencia”, que
eran las parcelas entregadas a los colonos a cambio de un conjunto de
contraprestaciones.”
(Pág.327)
Más
adelante, el conocimiento se expresaría en el plano cartesiano,
la visión dualista,
para que el súbdito se transformara en obrero, abrazando la res
cogitans (despreciando a la res extensa):
“Entre
estos dos modos de ser de la realidad hay una diferencia y una
oposición absolutas: el pensamiento es inextenso, (es decir, no
posee una dimensión espacial), consiente de sí mismo y libre. Por
el contrario, la materia es siempre extensa y está situada en el
espacio, no es consciente de sí y, al estar mecánicamente
determinada, no es libre.”
(Descartes, Citado en Atlas Universal de Filosofía, pág.774)
Y
se instalaría el imperativo categórico kantiano, de tal manera que
pudiera alcanzar los niveles de productividad que el capitalismo
manchesteriano,
el taylorismo y el fordismo
le imponían: “…sólo
queda la universalidad de una ley en general a la que debe
conformarse la máxima que guía la acción, y es sólo esta
conformidad
lo que el imperativo presenta como necesario.”
(Kant, pág.884)
La
burguesía ingresaba así a la escena, con la razón en la billetera
y con el único fin de perfeccionar los métodos de explotación de
la mano de obra. Era el espacio de Cubolandia.
Los siervos no tenían alternativa o, por lo menos, entonces no la
veían.
“La
única solución a sus problemas era emigrar a las ciudades, que, en
la segunda mitad del siglo (XVIII),
crecían al ritmo impuesto por la industrialización. Así pues, la
mano de obra que liberaba la agricultura era retomada por la
industria, iniciándose, de ese modo, la formación del proletariado
industrial,
que se hacinó en las periferias de los centros urbanos en busca de
un empleo en la construcción, en los talleres textiles, en los
puertos.”
(Historia Universal, págs.774-775)
En
fin, y ahora informatizado, lo encontramos en la manipulación de los
deseos de los operarios postmodernos (con título universitario) que
llenan su cerebro de pensamientos inútiles para que florezca en
ellos la ilusión del consumo.
En Cronolandia,
“La sociedad del bienestar presenta también otra importante faceta
negativa: su proclividad al hedonismo y a la insolidaridad. La
civilización del ocio que ha generado ofrece no pocas posibilidades
para el despliegue de las incontables virtualidades del espíritu
humano, pero
en muchas de sus manifestaciones se constata el abandono de toda
norma ética.
Junto a ello, la falta de compromiso en la lucha contra las
desigualdades y desequilibrios socioeconómicos actuales aparece
igualmente como otra carencia sustancial.”
(Pág.1178)
Hasta
que llegó la última etapa en la que los amos se vieron obligados a
relajar
el conocimiento completamente,
a relativizarlo, a colocarlo en los territorios de la sociedad
líquida,
efímera (Bauman, Zygmunt, 2008), en la que se diluye por completo,
para que el individualismo no se hundiera bajo el peso de su propia
vacuidad. Y en esta postrera faceta del poder, la última carta que
se juegan es la de fortalecer el discurso del terror. Ya no hay
herejes, ya no hay comunistas, ya no hay malos; sólo hay
terroristas. ¡Y hay que acabarlos! Lo cual corrobora lo que todos
sospechan: el
conocimiento sólo ha sido un instrumento de guerra,
de disuasión, en el mundo civilizado. Su fin es, además de
construir las armas más sofisticadas, el de instaurar el miedo, como
escenario contemporáneo de la dominación económica, política,
social y cultural. Los
aristócratas capitalistas no tienen otra alternativa: justificar a
cualquier precio la seguridad para no perder el control y establecer
un nuevo orden mundial
¡Antes de que sea demasiado tarde! Como afirma en su libro, “Los
Señores de las Sombras”, el periodista Daniel Estulin:
“A
menos que la población reúna el coraje para afrontar los
escándalos, las mentiras y las traiciones que, por el mero hecho de
existir, dan a entender que el propio sistema es corrupto y que
quienes lo controlan (…) son delincuentes, no habrá posibilidades
de mejorar la situación, sino tan sólo la absoluta certeza de que
todo irá peor.”
(2007, pág.335)
Pero,
esto será tema de otro artículo.
Brevemente,
esta ha sido la historia del conocimiento civilizado, que muestra
cómo la ambición de una inmensa minoría ha hecho del saber un
insoportable azote contra la inmensa mayoría.
¿Entonces, A qué nos Referimos Cuando
Hablamos de Conocimiento Civilizado?
Innumerables son las aproximaciones acerca
de este saber, especialmente cuando se enfrenta a los escabrosos
territorios de las disímiles realidades que han configurado, en el
curso de la historia humana, los distintos sistemas de pensamiento.
Esas realidades construidas por los amos de cada época, a su imagen
y semejanza, para que habitaran los desvalidos inocentes. Allí, en
esos ambientes, donde mora el Ser (la prisión del pensamiento) y
entre la sórdida bruma que produce el apetito de dominio que embarga
al hombre precario, surgen, como
llamas ardientes, los
cuestionamientos que se abren paso entre las complejas encrucijadas
neuronales, y se enfrentan a la adversidad impuesta por los
poderosos, que tratan inútilmente de pisotearlos, de anularlos.
Pero, su fuerza y persistencia, fundadas en nuevas realidades,
imaginadas por otras coordenadas mentales, que surgen del siempre
creativo caos, se pueden presentir hoy en todos los puntos cardinales
de la tierra.
“Preguntas como ¿Qué es el
conocimiento? ¿En qué se funda el Conocimiento? ¿Cómo es posible
el conocimiento…? Pertenecen a una disciplina filosófica llamada
de varios modos: “teoría del conocimiento”, “crítica del
conocimiento”, “gnoseología”, “epistemología”.
(Ferrater Mora, 2001, 656). Y, por supuesto, incontables han sido las
respuestas. Desde la ontofilia
griega, que le inventó un
ser
a cada humano para su desdicha eterna, hasta la epistemofilia
moderna, que convirtió a la
razón
en la cárcel de la imaginación, los pensadores, casi siempre de
origen aristocrático, han tratado de enunciar y fundamentar sus
concepciones sobre el conocimiento con argumentos obscuros y
enigmáticos, con el único fin de legitimar el poder y recibir de él
las pobres dádivas en las que se marchitan sus temerosas alas.
El resultado ha sido que el conocimiento se
ha metamorfoseado,
de acuerdo con las conveniencias y dificultades del poder en cada
época, asumiendo variadas formas, de acuerdo con el sistema de
pensamiento en el que se ha inscrito, y ha intentado sobrevivir en
esa paradójica aventura, pasando del mito al logos, luego a la fe,
más tarde a la razón, después a la complejidad y, hoy, finalmente,
al caos.
Aunque, esta última forma, sin duda, constituirá la perdición
definitiva del conocimiento y de los privilegios civilizados. Y esa
perdición ocurrirá, simplemente, porque el caos es incompatible con
estructuras férreas, rígidas, permanentes y verticales.
El lector sabe que no es cosa fácil
abordar todo este asunto del mundo del conocimiento. Que es mucho más
complicado, cuando quien lo intenta no pertenece a las élites que
manipulan los asuntos planetarios. (ESTULIN, Daniel, Los Secretos del
Club Bilderberg, 2006) Normalmente, cuando alguien extraño al poder
expresa sus pensamientos, se le somete a la conspiración del
silencio, a la indiferencia; “lo abren del parche.” Usted conoce
de sobra que uno se puede perder para siempre en los hilos de las
enrevesadas interpretaciones textuales, o en las sutiles trampas que
a cada paso se encuentran en las construcciones simbólicas,
icónicas, alegóricas, intencionalmente esotéricas, de sus autores.
O en los irritantes trasegares de la metodolatría que conduce a
algunos escritores a “Manipular
frases sin sentido. (…) combinada con una soberana indiferencia por
el significado de las palabras.”
(Sokal, Alan y Bricmont, Jean, Imposturas Intelectuales, pág.23)
Sin embargo, no tenemos otro remedio que
pedirle que, con la mayor serenidad posible, nos permita exponerle,
de manera más clara, detallada y precisa, todo este paisaje en el
que se expresa la fauna epistemológica, gnoseológica, filosófica,
crítica, constructivista, relativista… o, como sea que se le
llame, desde los propios inicios del ordenado mundo que hoy
habitamos, con el único interés de proponerle otra mirada, alterna
a lo que se ha relatado muchas veces como variaciones sobre el mismo
tema. El
eterno retorno de la ideología.
Obviamente, trataremos de mantenernos en la perspectiva planteada
desde el inicio, pero sin que esto nos lleve a la pobreza discursiva,
a la pérdida del horizonte conceptual.
¡Pensará usted que esto es muy
pretencioso! Y, pensándolo bien, es posible. En nuestros días,
cuando a muy pocas personas les importa el tema de la sabiduría,
parecería no sólo una necedad, sino un imposible filosófico. Sin
embargo, estaremos atentos a sus comentarios, para tomar todo lo que
ellos tienen de cuestionadores, de tal manera que nos ayuden a
entender algo que, hasta ahora, nos ha sido imposible dilucidar y,
más aún, nos parece completamente indescifrable, por decir lo menos
¿Cómo
es posible que la vida haya construido un cerebro solamente para
garantizarle a un pequeño grupo de humanos esclavizar, no sólo a la
inmensa mayoría de sus congéneres, sino a todo un planeta?
¿Doscientas mil millones de neuronas al servicio de la comida, el
techo y el vestido? ¿Complejas estructuras nerviosas y sustancias
químicas, neurotransmisores, como la serotonina, la dopamina, la
adrenalina, la oxitocina, el glutamato, la acetilcolina, la
noradrenalina, las endorfinas, la metencefelina, las
dinorfinas…siervas de la compulsión bulímica? ¿Eso es todo?
¿Vivir para comer?
Al Principio Era el Mito, la Mentira.
Está bien ¡Prosigamos! Uno de los
descubrimientos cruciales del periodo neolítico fue la agricultura.
Ésta permitió introducir los elementos más importantes de la
civilización: el
código, la ciudad, el cultivo, la división del trabajo, la
domesticación de los animales, la vida doméstica, la educación, el
sometimiento de la mujer, la acumulación de riqueza y, sobre todo,
la creación del poder. Al
mismo tiempo, también aparecieron las historias, los relatos
fantásticos fundacionales de los mundos y sus dioses y sobre la
predeterminación del destino humano. Fue entonces cuando el hombre
de Cromagnon decidió crear la civilización, en la Mesopotamia,
exterminando los mamuts, esclavizando a los hombres, raptando a las
mujeres y construyendo, al mismo tiempo, los pilares fundamentales de
la sociedad vertical.
Entre estos cimientos, encontramos los más
significativos para el funcionamiento del mundo civilizado:
La
posesión. Que determinó
los rumbos históricos del hombre como depredador y acumulador de
riqueza, sólo para él y su linaje. Ahí nació la propiedad
privada con todas sus secuelas de explotación, enfermedad y
miseria. La vida se redujo a la satisfacción de las necesidades
básicas. La forma que toma la posesión va cambiando a través de
la historia. Así, en la antigüedad, era importante quien poseía
esclavos. Su “familia”
la integraban sus mujeres, sus hijos y vasallos, todos ellos
formaban parte de su botín de esclavos. En el mundo medieval, lo
que importaba era la tierra (con todo lo que ésta tenía,
especialmente los siervos). De ahí se desprendían los títulos
nobiliarios que otorgaban poder a quien los detentaba: conde,
marqués, duque, rey. En el mundo capitalista, el dinero es la meta,
el éxito; pero, para alcanzarlo se necesita del esclavo asalariado
que mantenga funcionando la máquina productiva. “El
deseo de poseerlo (el dinero)
es, a menudo, más fuerte que el deseo de utilizarlo, y continúa
incrementando cuando se desvanecen todos los deseos que apuntan a
fines que le trascienden y que son conseguidos por su mediación.”
(Stuart Mill, John, El Utilitarismo, pág.93)
El dominio.
Que se constituyó en la condición visceral de la acumulación de
la riqueza. Sin
estado, sin gobierno, sin poder, sin iglesia, sin partidos, sin
sectas, no hay tenencia. Y
sin esclavos que produzcan riqueza no hay qué poseer. El robo del
trabajo ajeno es la fuente exclusiva de toda clase de fortuna. El
poder, cualquiera que sea su forma, tiene la obligación de proteger
ese robo, el hurto permitido por las leyes y sancionado por la
democracia. Esa es la única función institucional del estado,
independientemente de que sea esclavista, feudal, capitalista,
socialdemócrata o socialista.
La competencia.
Que se convirtió en el factor dinamizador, desencadenante de los
procesos de crecimiento, fortalecimiento y sofisticación del
sistema de dominación y de la máquina productiva. No importa en
qué campo se disputa: deporte, ciencia, técnica, política,
economía, exploración espacial, confrontación de género, lo que
importa es alcanzar siempre la gloria del ganador y evitar, a
cualquier precio, la vergüenza del perdedor.
En los contextos descritos, podemos afirmar
con el politólogo norteamericano, de origen japonés, Francis
Fukuyama que:”La historia actúa
a través de un proceso continuo de conflictos, en el cual los
sistemas de pensamiento, lo mismo que los sistemas políticos, chocan
y se desintegran a causa de sus propias contradicciones internas. Los
sustituyen, entonces, otros menos contradictorios, y por lo tanto más
elevados, que dan lugar a nuevas y diferentes contradicciones. Es lo
que se llama dialéctica.”
(Fukuyama, Francis, 1993, pág.100.)
Lo anterior, lo confirma Thomas Hobbes en
el clásico texto Leviatán:
“Así hallamos en la naturaleza tres
causas principales de discordia. La primera, la competencia; la
segunda, la desconfianza; tercera, la gloria. (…) La primera causa
impulsa a los hombres a atacarse para lograr un beneficio; la
segunda, para lograr seguridad; la tercera para lograr reputación.
La primera hace uso de la violencia para convertirse en dueña de las
personas, mujeres, niños y ganados de otros hombres; la segunda,
para defenderlos; la tercera, recurre a la fuerza por motivos
insignificantes, como una palabra, una sonrisa, una opinión
distinta, como cualquier otro signo de subestimación, ya sea
directamente en sus personas o de modo indirecto en su descendencia,
en sus amigos, en su nación o en su apellido.”
(2006, pág.102)
En lo único que se equivocan, tanto Hobbes
como Fukuyama, es en que las causas no son naturales, sino
civilizadas. La civilización convierte a un hombre sensible en un
hombre perverso porque le reprime, le mata la emoción, los sueños,
la vida.
Y entonces, impuestos los anteriores
pilares, el hombre de Cromagnon fijó la principal manera de someter
a los esclavos: creó el mito. ¿Qué es el mito? Normalmente quienes
son cómplices de su difusión y expansión nos presentan
definiciones superficiales que tienen el propósito de ocultar sus
verdaderas intenciones:
“La palabra mythos
hace referencia al discurso
o narración
de las gestas de los héroes y de los dioses con que el pensamiento
prefilosófico explicaba simbólicamente, a través del ejemplo de
las vicisitudes narradas, los grandes problemas relativos al origen
del mundo, de la humanidad y de las instituciones.”
(Atlas Universal de Filosofía, 2004, pág.6)
Obviamente, si lo analizamos con
detenimiento, nada de eso es cierto, porque precisamente esos relatos
no explican cosa alguna en relación con las preocupaciones
primigenias de los humanos, más bien, lo que logran es imponer un
destino, confundir, oscurecer, turbar el entendimiento. Y no importa
qué tantas definiciones existan, sus variaciones son muy leves:
“Se llama “mito” a un relato de
algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi
siempre impreciso. Muy a menudo los mitos comportan la
personificación de cosas o acontecimientos. (…) Puede creerse de
buena fe, y hasta, literalmente, en el contenido de un mito, o
tomarlo como relato alegórico, o desecharlo alegando que todo lo
mítico es falso.” (Ferrater
Mora, 2001, 2422)
Incluso si se trata de un especialista:
“…el enfoque de Mircea Eliade es
primordialmente religioso. Considera que el mito es una realidad
cultural compleja, que puede ser vista e interpretada desde varios
ángulos: los mitos primordiales ocurren en “illo tempore”, o
sea, un tiempo mítico que puede ser, no sólo tiempo pasado, sino
presente y futuro.” (MUÑOS,
BALLESTEROS, Hugo, Análisis estructuralista del Cuento Mítico,
pág.12)
Por supuesto, el mito es mucho más que
eso. Además de ser un relato fantástico, constituye una auténtica
mentira, inventada por el apropiador del poder para garantizar la
sumisión completa e incondicional del esclavo. Y eso lo hizo el
forjador de la civilización después de haber fracasado en el
intento de doblegar al hombre por la fuerza. Descubrió que para
someter al cuerpo, era necesario empezar por la mente. Si se podía
vencer a la naturaleza con la agricultura ¿por qué no someter al
hombre con la cultura? ¿Por qué no usar los medios culturales para
dominar la mente y, con ella vencida, doblegar la voluntad? Y qué
mejor estrategia para cumplir con ese propósito que un relato
ficticio y embustero, que, como semilla, podía germinar en el
inocente cerebro de un hombre privado del conocimiento. Presa del
miedo. No en vano el pecado original, en casi todas las religiones y
creencias, en los relatos fundacionales, es una falta grave, un
crimen de lesa majestad contra la divina prohibición de tomar los
frutos del árbol del discernimiento del bien y del mal, es decir, lo
peor que puede hacer un súbdito es atreverse a conocer. Como se lee
en el Génesis: “2:17 mas del
árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día
que de él comieres, ciertamente morirás.”
(http://www.iglesia.net/biblia/libros/genesis.html)
Y para garantizar que el esclavo nunca tendría acceso a ese poderoso
instrumento, el fundador de la ciudad procedió a guardarlo en el más
profundo, enigmático y misterioso secreto, de tal manera que, de
cualquier forma que el súbdito quisiera abrirlo, siempre fallara.
¿Y, quién era el narrador? Al principio
eran los propios dueños de la pirámide, los ancianos versados en
esos malabarismos, como el rey escorpión, Homero, Eurípides,
Aristófanes, Esopo, Píndaro; pero con el tiempo y la ayuda del
arte,
especialmente de la música,
aparecieron los relatores, narradores, los fabulistas, los artistas,
los juglares; los sembradores de ideas enajenantes, alienantes que,
con el favor, y por supuesto, la dependencia de los mecenas, se
convirtieron en el soporte ideológico, en los embellecedores del
poder. Se volvieron vasallos de los soberanos, parte de su séquito.
Y eso fue posible gracias a la inmensa necesidad de reconocimiento
que ha caracterizado al artista. Casi siempre relacionado con un
nacimiento bastardo. Que lo conduce a deber favores. El caso de
Leonardo di ser Piero Da Vinci es un botón para la muestra. Hijo
natural de un rico notario florentino (Ser Piero) y una campesina
(Caterina) luchó durante toda su vida para obtener el reconocimiento
que le negaba su condición de ser uno de los once hijos del notario.
Reconocimiento que, naturalmente, no necesitaba porque su talento era
enorme. Sin embargo, se sometió a los caprichos de las familias más
refinadas, ambiciosas, y poderosas de su época (Los Sforza, en
Milán; los Medici, y los Pazzi en Florencia). Casi todas sus obras
giraban alrededor de la satisfacción de los deseos de sus mecenas
(Especialmente las relacionadas con ingeniería militar). Obviamente,
su arte únicamente podía expresarse sobre la base del principio
establecido por Apolo: “-Como
yo soy dios y tú, Marsias, sólo un vulgar y sucio sátiro, seré yo
quien ponga las reglas de la competencia.”
(Köhlmeier, Michael, 1999, pág.13) Desde entonces, el arte se ha
usado como válvula de escape de las frustraciones humanas. De hecho,
hoy constituye el soporte del mundo del entretenimiento. De todas
maneras, vale la pena anotar aquí que, a pesar de esas difíciles
limitaciones, la creación humana ha sido, en muchos casos, superior
a los tímidos horizontes de sus propios creadores. Y eso ocurre
porque cuando se le da rienda suelta a la sensibilidad, ella rompe
todas las restricciones, por fuertes que éstas sean.
En ese contexto, el lenguaje, en su versión
civilizada, que estableció las Unidades Lingüísticas
Auto-replicantes,
o “imágenes arquetípicas”, como las llamó el psicólogo y
ensayista suizo Carl Gustav Jung (Los
Arquetipos y el Inconsciente Colectivo,
2002), se constituyó en el guardián de los arcanos del poder.
Generó el código, el ícono, el signo, el símbolo, las metáforas,
las hipérboles, las alegorías, las parábolas; el significante y el
significado que llenaron de terror, unas veces, y de esperanza otras,
al frágil cerebro del hombre dominado.
En el mundo griego, el mito tomó su forma
definitiva y dio lugar a la explosión de dioses, demonios,
monstruos, templos y altares. Allí aparece el nigromante, la pitia,
el prestidigitador, el oráculo, el augurio; el adivino que le
pronostica el fatal porvenir al esclavo, y que se reduce básicamente
a ésto: ¡obedece a tus amos,
porque si no, los dioses, que son sus protectores, te castigarán con
los tormentos ígneos eternos más terribles!
Recordemos que en la era mitológica los dioses sólo protegían a
los amos. Ellos eran sus dueños. El esclavo vivía a la intemperie y
no tenía otro camino que el de la sumisión.
El templo de Delfos, construido por
Pitágoras, constituye la forma acabada, excelsa, de la visión
mítica. No en vano se dice que allí, además de las sociedades
secretas (esotérica y exotérica, basadas en la numerología), nació
la escuela y el pedagogo cuya función era iniciar el proceso de
“aprendizaje” que, desde la perspectiva mitológica, consistía
en una secuencia de tres etapas, para garantizar el establecimiento
del Ser y la obediencia en la manipulable memoria del esclavo.
Estas etapas fueron las siguientes:
La Domesticación.
Que arranca en casa, normalmente bajo la tutela de la madre, y se
continúa luego en las instituciones públicas, especialmente, en el
kindergarden y en la educación primaria. Se aplica en la niñez y
su propósito es instalar la obediencia en el niño. Como decía
Simón de la Santísima Trinidad Bolívar: “Educad
al niño para no tener que castigar al hombre.”
Esta visión parte del presupuesto de que el niño es un “perverso
polimorfo” (Freud) al que hay que controlar para que no se salga
de madre. Los que detentan el poder saben que un niño obediente es
un joven sumiso.
El Adoctrinamiento.
Se aplica a los jóvenes
y normalmente comienza con los ritos de iniciación. Su fin es
estructurar los dogmas más significativos de una comunidad dada y
su sistema de pensamiento en el cerebro del joven. Se aplica
especialmente en la educación media, y el padre se convierte en esa
figura que dice la última palabra; la que el joven debe acatar sin
chistar. No importa que use peircing, tatuaje, cresta o cualquier
otra pinta. Lo que importa es que repita las creencias. Puede
adornar el mundo, lo que no puede hacer es cambiarlo. Un joven
creyente es un adulto resignado.
La
Funcionalización. Finalmente,
y luego de que los anteriores pasos están completamente
garantizados, al adulto se le instala el asentimiento que lo dispone
voluntariamente a recibir el adiestramiento, las instrucciones y
dispositivos básicos para volverse productivo. Este paso final
ocurre especialmente en las instituciones de educación superior, ya
sean institutos técnicos, universidades o escuelas de formación
profesional. Un adulto conformista es un anciano resignado.
Definido así, su Ser, su realidad, a
través de la educación, el esclavo está listo para ser explotado y
para reducir su vida a una existencia simple de repetición de
acciones sencillas que lo idiotizan cada día más. Su vida se reduce
simplemente a la máxima del aburrimiento: trabajar, trabajar y
trabajar. Obviamente, este modelo, inventado por el creador del
templo de Apolo, se convirtió en el prototipo de casi todos los
sistemas de pensamiento a través de la historia de la civilización,
en los cuatro puntos cardinales del planeta.
Pero, además, para que el oprimido no se
sintiera ni miserable, ni frustrado se le inventó la ética, cuyo
objetivo era el de convencerlo de que la vida tenía sentido; que el
sentido de la vida era la felicidad; que la felicidad era la virtud;
que la virtud era la obediencia, es decir, obedece y serás feliz.
¿Qué le parece, ah? (Aristóteles, 2004). Ahora bien, hoy sabemos
que la vida no tiene sentido, que los sentidos que ésta pueda tener
se los damos nosotros mismos. Pero, claro, quien hablaba era nada más
ni nada menos que Aristóteles, el elegido (Aristos), y lo hacía
como legislador y aristócrata de la ciudad. De hecho, en su
condición de formador político de Alejandro el Grande, conquistador
del oriente y fundador de Alejandría, sabía que el manejo de los
asuntos públicos dependía únicamente de la obediencia
incondicional del subordinado.
Dicho brevemente, el conocimiento en el
mundo mitológico lo define el oráculo, el ámbito de la ambigüedad.
Es la adivinanza del destino. El trance del chamán. Las señales de
las estrellas, los astros, las constelaciones. La arbitrariedad de la
pitonisa. La tragedia del hombre que se rebela. El sacrificio del
héroe a favor del dueño de la pirámide. El rapto de la mujer,
convertida, como Elena, en trofeo de batalla. La proliferación de
dioses y diosas que protegen al amo y castigan al curioso súbdito,
al Hypokeímenon osado. Seguramente, cuando Sófocles escribía la
tragedia de Edipo, no estaba pensando, ni mucho menos, en cosa
distinta a advertirle al esclavo que su deber era seguir el sendero
señalado y que cuando se saliera de la línea recta que le marcaba
su destino, cuando dejara de ser juicioso, de cumplir con sus
obligaciones, se le vendría el mundo encima; el dolor y las
lágrimas, entonces le cobrarían el precio de su atrevimiento. Lo
mejor sería no insubordinarse; acatar los mandamientos para que la
desventura no tocara a su puerta, y no tuviera que sacrificarse, ni
sacarse los ojos, ni cortarse las venas, ni ahorcarse. (Sófocles,
2005). Así lo comenta Roger Osborne: “Al
igual que casi todas las obras de la dramaturgia griega, Edipo
Rey recuenta una leyenda
tradicional y, al igual que en otras tragedias, el tema subyacente es
el choque de la voluntad humana con el destino.”
Se atraviesa el Ser, el logos. Primer
Intento de la Razón.
El mito desencadenó, como era de
esperarse, muchas confrontaciones entre los amos por el poder de la
ciudad, debido a que cada aspirante al trono podía erigir tantos
dioses, demonios y monstruos, como quisiera, y con ellos imponer su
voluntad. El resultado fueron muchas guerras; confrontaciones
sangrientas y sin cuartel. La de Troya, relatada por Homero en la
Iliada, fue una de tantas. Pero, también lo fueron los
levantamientos de esclavos, como el de Espartaco (73-71 a.C), que
puso en jaque al imperio romano. (Historia Universal, 2002, pág.239)
Era necesario inventar otro dispositivo que
fuera más eficaz, y entonces, apareció el Ser, el logos. Lo
inventaron Heráclito (540-480 a.C) y Parménides (515-450 a.C). Este
último, sentó las bases del Ser y, con ellas, los fundamentos del
pensar, del conocimiento civilizado. Parafraseándolo, se puede decir
que el ser es y es imposible que
no sea; el no ser no es y ni siquiera puede nombrarse, es lo mismo
ser que pensar. El ser es inmóvil, eterno, inmutable
(Parménides, Heráclito, 1983, págs. 49-53). Heráclito, lo
concretó en el siguiente fragmento: “Si
atienden no a mí sino a la razón, estarán de acuerdo en que la
sabiduría consiste en que lo uno es todo.” (Pág.
218)
¿A quién le cabe en la cabeza la
presencia de algo, lo que sea, que no se mueve, que no cambia, que no
se extingue? ¿De dónde viene ese afán por demostrar que todo es
uno? ¿Y para qué toda esa parafernalia filosófica? Simplemente,
para darle curso a la constitución del instrumento de dominación
por excelencia: el Ser, el principio sobre el que se configura la
realidad social piramidal. No en vano, estos personajes hacían parte
de la aristocracia griega. Pertenecían a poderosas familias, eran
propietarios de esclavos y legislaban para la ciudad en beneficio
propio. Aquí vale la pena anotar que muy rara vez los
historiadores, recopiladores o comentaristas de estos personajes
hacen mención de este hecho.
¿Pero, en realidad, a qué se remite
exactamente el Ser? ¿Qué se esconde bajo su ropaje “trascendental”?
Si lo analizamos detenidamente, encontramos que éste no es más que
una configuración histórico-social del pensamiento. Una manera de
usar el lenguaje para crear realidades estáticas. Una verdadera
cárcel de la mente. A partir de esta disposición, se determina la
voluntad, el conocimiento, el hacer y las emociones del esclavo, o
como se llame en cada momento (siervo, lacayo, súbdito, subordinado,
samurái, obrero, empleado, operario, vendedor, asesor). Es claro que
ningún humano, por voluntad propia, se construye un ser.
Efectivamente, éste es incompatible con la propia biología. La
biología no admite estabilidades, ni permanencias.
Pero, en la sociedad vertical, la
civilización, donde impera la ley del sometimiento, a todos, cuando
nacemos, el poder nos emplaza un Ser, a través de la cultura, las
instituciones, la familia, sus ritos y sus ceremonias (elementos que
constituyen la realidad creada por los amos). A partir de allí,
nuestra vida se vuelve vacua, inocua y banal. El trabajo lo cubre
todo. Lo más grave es que nunca sabemos quiénes somos, porque
nuestra configuración interior está estructurada de tal forma que
permanece oculta, ignorada, aun para nosotros mismos. Allí es cuando
lo peor que nos puede suceder es que alguien nos pregunte: ¿Y…tú,
quién eres? No tenemos la más remota idea; a duras penas tenemos
noticias sobre nuestra pobre historia.
La presencia de ese ente extraño, el Ser,
en nuestro interior, que nos inmoviliza, nos hace vulnerables a
múltiples enfermedades mentales. Entre ellas encontramos las fobias,
las filias y las manías.
Para Freud, estas enfermedades, en general,
son manifestación de los instintos inconscientes que viven
arraigados en nuestro interior. Y ¿Cuáles son? Básicamente, uno:
El Instinto agresivo.
“Homo hominis lupus:
¿Quién se atrevería a refutar este refrán, después todas las
experiencias de la vida y de la historia? Por regla general, esta
cruel agresión espera para desencadenarse a que se la provoque, o
bien se pone al servicio de otros propósitos, cuyo fin también
podría alcanzarse con medios menos violentos.”
(Freud, Sigmund, El Malestar en la cultura, 2009, pág.101)
Por el contrario, para nosotros estas
anomalías no son fruto de ningún inconsciente. No hay fuerza innata
que genere comportamientos violentos. Lo podemos ver en las fobias,
los miedos,
éstos expresan las limitaciones a las que el Ser somete al humano, a
quien se le ha impedido desplegarse. Una definición general la
encontramos en el siguiente texto:
“Una fobia
(palabra derivada de Fobos (en griego antiguo Φόϐος,
‘pánico’, que era la personificación del miedo en la mitología
griega, hijo de Ares y Afrodita) es un trastorno de salud emocional
que se caracteriza por un miedo intenso y desproporcionado ante
objetos o situaciones concretas [
como,
por ejemplo, a los insectos (entomofobia) o a los lugares cerrados
(claustrofobia). También se suele catalogar como fobia un
sentimiento de odio o rechazo hacia algo que, si bien no es un
trastorno de salud emocional, sí genera muchos problemas
emocionales, sociales y políticos.”
http://es.wikipedia.org/wiki/Fobia
El lenguaje psicoanalítico, en versión
del psicoanalista Roland Chemama, define la fobia como “Ataque
de pánico ante un objeto, un animal, una disposición del espacio,
que actúan como señales de angustia.”
(Diccionario del Psicoanálisis, pág.166) Es justamente ese yo
inocente, ingenuo, atrapado en el ser, el que siente pánico,
angustia, porque está privado del conocimiento, aunque las
definiciones de la enfermedad no lo mencionen. Ese territorio en el
que habita está plagado de monstruos, fantasmas, espíritus,
duendes, demonios, animales, sociedad y todo tipo de sombras y
alucinaciones que generan los cientos de pesadillas que le quitan la
calma y le impiden vivir. El padre
le ha arrebatado el conocimiento. El miedo reina donde el
conocimiento falta. Y donde impera el miedo no hay ni siquiera la más
mínima resistencia ante la injusticia.
En lo que tiene que ver con las
perversiones, éstas manifiestan los profundos desgarramientos
emocionales interiores del Ser.
“El término, bastante antiguo, de
perversión,
con su significación de “vuelco, inversión”, sugiere por sí
mismo la noción de una norma moral o natural de la que el perverso
se apartaría. Recordemos que la iglesia, muy tempranamente, relegó
la sexualidad a la estricta finalidad de la reproducción.”(pág.320)
O en otra explicación más precisa:
“toda relación en la que se busca el
placer sexual fuera de las relaciones llamadas “normales” con un
compañero del sexo opuesto y de la misma edad. Experiencia de una
pasión humana en la que el deseo sostiene el ideal de un objeto
inanimado”. (SAZ, Isabel,
Diccionario de psicología, 2006, Pág. 207).
¿Por qué se prohíbe el deseo? ¿Qué se
pretende obtener matando las emociones? Como afirma Jacques Lacan:
“Los términos goce y
castración vienen (…) a recordar que, para el sujeto hablante, la
ley se funda en la prohibición (interdicción) del goce.”
(Citado por Roland Chemama, pág.264) La inferencia es clara.
Brevemente, los deseos constituyen el principio dinámico del
despliegue humano, o de cualquier forma biológica. Tales
sentimientos empujan el cuerpo hacia el pensamiento, la emoción, la
acción; hacia el cambio. Y un cuerpo que satisface sus deseos
no da lugar a las perversiones, pues nada reprime sus fuerzas. Tal
situación le conduce a establecer relaciones de querer con el mundo
que le rodea, con los demás y consigo mismo, y éstos vínculos,
auténticamente humanos, son incompatibles con la relaciones de
poder ¡He ahí el quid de la cuestión!
En lo que se refiere a las adicciones,
constituyen los refugios a los que huye el ser para no perecer en el
aburrimiento de la monotonía de la inutilidad ontológica. Se
presenta en las personas que tienen fracturada la acción como
resultado de la prohibición del hacer.
“Una adicción
es, en el sentido tradicional, una dependencia hacia una sustancia,
actividad o relación que arrastra a la persona adicta lejos de todo
lo demás que le rodea. Está representada por los deseos que
consumen los pensamientos y comportamientos de las personas, y actúan
en aquellas actividades diseñadas para conseguir la cosa deseada o
para comprometerse en la actividad deseada (comportamientos
adictivos). Y, a diferencia de los simples hábitos o influencias
consumistas, las adicciones son "dependencias" con graves
consecuencias en la vida real que deterioran, afectan negativamente,
y destruyen relaciones, salud (física y mental), y la capacidad de
funcionar de manera efectiva. Adicción es debilitamiento.”
La invención del Ser por los griegos les
facilitó a los amos de todos los tiempos disponer de un dispositivo
especial, una semilla peculiar, la idea justa, para moldear la mente.
Y fue precisamente Aristóteles quien definió las formas
principales: la lógica, creada para reducir la mente humana al pobre
sentido común; la física, para distorsionar la visión de la
naturaleza, la política, para convertir la conspiración en el arte
de gobernar; la ética, para incorporar la obediencia como el
principio de la felicidad; la metafísica, para enrarecer la
interioridad en las sombras de una supuesta alma; la poiética, para
mantener la piel alejada de la sensibilidad, del goce, del mundo.
Es claro que se le pueden crear distintas
realidades permanentes al Ser: ser mitológico, ser religioso, ser
racional, ser complejo. Pero, también es cierto que en el único
territorio en donde es imposible tal disposición es en los espacios
del caos, o sea, de la vida. Allí, la organización de estructuras
disipativas impide la construcción de ordenaciones duraderas.
Lo anterior nos conduce a pedirle al lector
que nos permita hacer otro paréntesis, otra pausa necesaria. Sí,
ahora precisamos hablar sobre realidad ¿Cómo la definimos? ¿Qué
factores intervienen sobre ella? ¿Cuál es su origen? ¿Qué
importancia tiene para la vida?
Ecuación
Con la que se Construyen Realidades Humanas
R
|
Teoría
descriptiva
|
Mediadores
|
Fuerza
relativa
|
Conducta
con la distancia ®
|
Alcance
(m)
|
|
|
|
1038
|
|
10-15
|
|
|
|
1036
|
|
|
|
|
|
1025
|
|
10-18
|
|
|
|
1
|
|
|
Breve
Explicación de la Ecuación
Con
los conocimientos que tenemos hasta ahora, podemos afirmar que una
realidad es la configuración espacio-temporal en la que se despliega
o se repliega la energía, cualquier clase de energía. Tal
configuración es el resultado de la interacción colaborativa entre
distintas fuerzas presentes en la naturaleza y la propia fuerza
aportada por los humanos: el lenguaje. Esa configuración constituye
el nicho ecológico en el que se ensanchan todas las opciones de las
formas biológicas (el ADN, el ARN), cuando el hábitat creado es
positivo; o se marchitan antes de crecer, cuando es negativo. La
ecuación que proponemos permite entender las relaciones que se
establecen entre las diferentes fuerzas que actúan en la
construcción de realidades. La primera variable, fg
hace
referencia a la fuerza gravitacional, su partícula es el gravitón,
“…estudiada
inicialmente por Newton y luego por Einstein, quien le dio un nuevo
enfoque.”
La segunda, Fnd,
partícula, el bosón,
“la fuerza débil o fuerza nuclear débil o interacción nuclear
débil actúa entre partículas elementales, en todos los procesos de
interacción entre los neutrinos y la materia. La fuerza débil o
interacción débil es responsable de algunas reacciones nucleares.”
La fem,
partícula el fotón, “…dos
partículas con cargas eléctricas iguales se repelen. Dos partículas
con cargas eléctricas diferentes se atraen. En ambos casos, con una
fuerza que es directamente proporcional a las cargas eléctricas y
que disminuye con el cuadrado de la distancia que las separa. Es la
interacción electromagnética.”
La fnf,
partícula, el gluón, “la
fuerza nuclear fuerte o interacción fuerte es un centenar de veces
más intensa que la fuerza electromagnética y es la que mantiene
unidos en el núcleo atómico a protones y neutrones.”
Finalmente, L, partícula, el humanito, el lenguaje es la fuerza que
configura todos los tipos de realidad a partir del manejo de las
demás fuerzas y, sobre todo, de la disposición dinámica del
conocimiento. El símbolo matemático que usamos es la Ս
de
unión, pues no estamos hablando de sumas y restas, sino de puntos de
encuentro colaborativos. Todo lo anterior significa, en primer lugar,
que cualquier realidad se puede construir a partir de un sistema de
pensamiento (mito, fe, razón, complejidad, etc.), con base en el
manejo de las fuerzas que hasta ahora conocemos. En segundo lugar,
que los humanos tenemos la libertad de elegir, construir,
deconstruir, la realidad en la que queremos habitar. No existe
obligación de ninguna clase para vegetar en un espacio-tiempo que
repliegue nuestras enormes posibilidades vitales. Y en tercer lugar,
que todos los aspectos contextuales que inciden en la vida, tales
como los factores económicos, sociales, políticos, culturales,
científicos y tecnológicos, son el resultado de la creación
humana, que bien podría ser colectiva; sin embargo, las realidades
que hemos conocido hasta nuestros días han sido el resultado de la
construcción caprichosa y arbitraria de una ínfima minoría de
personas que nos ha puesto a replegarnos en los míseros espacios en
los que nos hemos visto encerrados.
Luego
de la descripción que hemos hecho, vale la pena citar a uno de los
físicos más importantes del siglo XX, Erwin Schödinger, científico
austriaco famoso por plantear los dilemas de la física cuántica:
“Nos
enfrentamos, pues, a la notable siguiente situación. Nuestra imagen
del mundo se elabora a partir de la información proporcionada por
los órganos sensoriales de la mente (de manera que la imagen del
mundo es y se conserva, para cualquier hombre, como una elaboración
de su propia mente, y no es posible demostrar que esta imagen tenga
otra existencia), mientras que nuestra mente consciente se queda en
algo extraño dentro de esta imagen, no tiene espacio vital en ella,
no es localizable en ningún punto del espacio.”
(1990, págs.45-46)
Lo que Schödinger pone de manifiesto es
justamente esa dicotomía entre la realidad impuesta, que se piensa
como propia, y la realidad necesaria para el despliegue, que se
presenta como algo extraño a nuestra propia consciencia.
Mucho
más clara queda esa fuerza avasallante de la realidad impuesta desde
arriba, en el trabajo de Peter L. BERGER y Thomas LUCKMANN, La
Construcción Social de la Realidad.
“Aprehendo la realidad de la vida
cotidiana como una realidad ordenada. Sus fenómenos se presentan
dispuestos de antemano en pautas que parecen independientes de mi
aprehensión de ellos mismos y que se les imponen. La realidad de la
vida cotidiana se presenta ya objetivada, o sea, constituida por un
orden de objetos que han sido designados como
objetos antes de que yo
apareciese en escena.” (2003,
Pág.37)
La Fe Mueve Montañas…de Dinero.
Regresamos a nuestra exposición central.
El mito fracasó por su fragilidad. Por un lado, los esclavos no
aguantaban más tanto mundo mentiroso, injusto y ajeno. Por el otro,
había muchas rivalidades entre los amos por el poder; sus dioses y
templos ya estaban viejos y desgastados; además, crecían las
invasiones de los “bárbaros” y los hunos que amenazaban con
arruinar al imperio ¡Era la época en que todos los caminos
conducían a la rebelión contra Roma! Se necesitaba crear una nueva
realidad. Y eso fue precisamente lo que hizo Constantino, el astuto
emperador romano del siglo IV, para que el poder no se les saliera de
las manos a quienes por más de seiscientos años habían gobernado
las tierras de Rómulo y Remo.
La situación no era fácil:
“Constantino tuvo que guerrear contra
los alamanes y godos. Con éstos llegó a un acuerdo para que
guardaran la frontera danubiana de nuevas invasiones y proporcionaran
tropas auxiliares. También hubo tensión con Persia a causa del ya
largo contencioso por Armenia. En 330 el emperador decidió fijar su
nueva capital –Constantinopla- en oriente, en el emplazamiento de
la antigua colonia griega de Bizancio, sobre el Bósforo. Tenía una
estratégica ubicación, y desde ella podían atenderse mejor los
asuntos del este. Se dieron facilidades de instalación a gentes de
la más diversa condición social y se concedieron especiales
derechos a sus habitantes. La ciudad prosperó económicamente y tuvo
una acusada impronta cristiana frente a la vieja Roma, cuna del
paganismo.” (Historia
Universal, pág.254)
Y salió airoso porque el sagaz romano
cocinó una nueva estrategia en el Concilio de Nicea, en el año 325
d.C. Allí efectivamente, resumiendo la experiencia egipcia y griega,
alcanzó tres resultados que eran impensables antes: primero, les
creó, por primera vez en la historia, un dios a los esclavos,
Jesucristo. Desde ahora, ellos trabajarían como siervos, en las
haciendas medievales con la promesa de la redención, la salvación,
el amor incondicional y la compasión de su propia deidad. Su
conocimiento se reduciría a la máxima de la fe: “Certeza
de lo que se espera; convicción de lo que no se ve.” (Hebreos
11:1) Los reyes y los nobles serían
simples siervos del único dios al servicio de los humildes.
Segundo, acabó con las divisiones que implicaba la proliferación de
dioses paganos, lo cual permitió reordenar al imperio romano para
enfrentar con éxito los peligros de los nuevos tiempos. Tercero, le
dio tranquilidad al poder y a la aristocracia europea durante más de
mil años. Y todo aquello edificado sobre una máxima: credere
quia absurdum.
Eso fue posible porque,
“La doctrina del hombre creado a
imagen de Dios impuso restricciones a la costumbre de marcar a los
esclavos en la cara y aún inició la serie de medidas que,
finalmente, darían fin a la esclavitud misma. Comenzaron las medidas
tendentes a la protección de los niños abandonados por sus padres y
a la salvaguardia de la santidad del matrimonio. Pese a la
infiltración del espíritu y las maneras paganas en la Iglesia, y
pese a la propia decadencia espiritual de ésta, el poder del
Evangelio hizo su impacto en el Imperio y aún más allá de sus
fronteras.”
Y la clave de toda esa armazón estratégica
se encuentra en el documento más importante del Concilio, El Credo
de Nicea.
"Creemos en un Dios Padre
Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.
Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de
Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la
substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de
Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre;
mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están
en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros
los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se
hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a
juzgar a los vivos y los muertos.
Y en el Espíritu Santo.
A quienes digan, pues, que hubo cuando
el Hijo de Dios no existía, y que antes de ser engendrado no
existía, y que fue hecho de las cosas que no son, o que fue formado
de otra substancia o esencia, o que es una criatura, o que es mutable
o variable, a éstos anatematiza la iglesia católica."
A partir de esta perspectiva la fe
configuró una nueva realidad en la que crecieron reinos, dinastías,
apellidos y toda clase de gabelas a favor de los detentadores del
poder. Con la fe, se conquistaron nuevos mundos, se saquearon grandes
riquezas, se evangelizaron extensas comunidades, se colonizaron
nuevas tierras y se construyeron enormes imperios que subyugaron a la
población. ¡Ninguna idea anterior había tenido tanta fuerza para
crear tanta riqueza para unos pocos! Y aún hoy, a pesar de carecer
de la fuerza mística que la caracterizaba en el mundo medieval,
sigue siendo el refugio de la desesperanza de miles de millones de
fieles del mundo y una eficiente máquina de producción de dinero.
! Atrévete a Usar tu Propia Razón
¡¡Cumple con tu Deber!
Pero, la fe, a pesar de lo portentosa e
indestructible que parecía, corrió la misma suerte que el mito, se
derrumbó sin remedio. Y por la misma causa, su fragilidad interior.
Guerras religiosas, inquisición, persecución, hogueras, pestes,
hambrunas, derroche y vanidad, fatigaron a la población y la
condujeron a rebelarse contra la monarquía para hallar otras
alternativas.
Fue el momento en que los comerciantes, los
artesanos, los aprendices y los artistas sintieron la necesidad de
renacer, de pedirle prestada la razón a Aristóteles para construir
otro mundo, otra sociedad. “A
partir de 1770, el edificio del Antiguo Régimen comenzó a
cuartearse ante los embates de una serie de oleadas revolucionarias
(la Revolución Americana y la Revolución Francesa) que, en unas
pocas décadas, terminaron por arruinar realidades históricas de
viejas raíces.” (Historia
Universal, pág.806) Comenzó el período de los Contratos Sociales.
De las constituciones, de la democracia, de la división de los
poderes públicos y…de los profundos abismos sociales. El 4 de
julio de 1776, en Norteamérica, se dio inicio oficial a la nueva
realidad. Comenzaba la época del mundo moderno, la era del
capitalismo, de la democracia, de la promesa de progreso burgués, de
la igualdad, de la fraternidad, de la libertad, del reconocimiento,
del desarrollo científico y tecnológico, es decir, el tiempo del
imperio de la razón. “…la
ciencia moderna mejoraría la vida y haría retroceder la enfermedad
y la pobreza. La naturaleza, eterna adversaria del hombre, sería
vencida por la tecnología moderna y se vería forzada a servir a la
felicidad humana. (Fukuyama,
Francis, 1993, Pag.30)
¿Y cuál era esa fortaleza de la razón
que permitía crear un nuevo e insuperable mundo? “Kant
afirma que el acto cognoscitivo no es, como le parece al sentido
común, exactamente una adecuación de la mente al objeto. Al
contrario: son los esquemas mentales ya presentes en la mente los que
determinan qué podemos conocer del objeto. Estos esquemas funcionan
como un filtro, seleccionando las modalidades de la realidad que
pueden ser recibidas por la mente; son como una especie de anteojos
que se interponen entre la mente y el mundo.”
(Atlas Universal de Filosofía, págs.875-876) Es evidente la
constatación que hace el filósofo de Könisberg acerca de que el
conocimiento es una configuración mental (esquemas) que determina la
forma como se ve, como se percibe el mundo. La conciencia se pone de
manifiesto, se ve así misma (Pienso lo que pienso). Eso es
incuestionable ¿Dónde está la falla, entonces? En pensar que esas
estructuras (denominadas por Kant formas
a priori de la mente) eran
innatas, universales, necesarias.
Tal percepción convierte a la razón en un
tumor cerebral, una construcción ideológica naturalizada, rígida
que impide el despliegue físico y mental. Pero, siendo el desacierto
tan fácil de demostrar ¿por qué se mantiene a toda costa? ¡No
sólo eso! Se eleva a valor máximo de toda clase de pensamiento, de
conocimiento. “…al igual que
en un tribunal en el que el juez y acusado fuesen la misma persona,
la razón, si quiere determinar cuáles son sus propios límites de
acción, debe citarse a juicio a sí misma y analizarse a sí misma
para verificar los límites de su propia legalidad: es decir,
establecer cuándo y dónde se produce un conocimiento verdadero y
cuándo, en cambio, un error.”
(Pág.875)
Todo este galimatías lo podemos entender
si partimos del presupuesto de que se trataba de edificar la nueva
realidad burguesa, la de la gran industria, los bancos, las
corporaciones, la ciencia y la tecnología al servicio del dinero,
del éxito. Se requería, sin duda, de una estructura gnoseológica
que garantizara esa frugalidad del aparato productivo. “…la
política moderna creó un Estado de poder sin precedentes, para
nombrar el cual hubo que acuñar una nueva palabra: totalitarismo.
Apoyado en un eficiente aparato policiaco, en partidos políticos de
masas y en ideologías radicales que querían controlar todos los
aspectos de la vida humana, este nuevo tipo de estado aspiraba nada
menos que al dominio mundial.”
(Fukuyama, Francis, 1993, pág.32) ¡Y, naturalmente, para eso fue
creada la razón!
La concreción de tal propósito se puede
verificar, particularmente, en la formulación de la ética burguesa,
en la Crítica de la Razón Práctica, “…si
un comportamiento entra en el imperativo categórico, pudiendo ser
universalizado como ley general, no es negociable y deberá, sin
duda, ser puesto siempre en acto.”
(Atlas Universal de filosofía, pág.883) ¿Qué significa todo eso?
Simplemente: Tienes un lugar en la sociedad. Eres igual a todos.
Tienes unas funciones. Eres consciente. Obedécete a ti mismo.
Produce y consume sin descanso ¡Cumple con tus obligaciones!
¿Ganador? El egoísmo capitalista.
Los acontecimientos económicos, políticos,
sociales y culturales del siglo XIX y XX pusieron de manifiesto la
debilidad de la razón. Sobre todo, las guerras mundiales dejaron ver
dramáticamente las profundas falencias e incoherencias del sistema
de pensamiento burgués. “Puede
decirse sin riesgo que el siglo XX nos ha convertido a todos en
hondos pesimistas históricos.”
(Fukuyama, Francis, 1993, pág.29) Desilusión que muestra tan sólo
la punta del iceberg de una consternación cuyas consecuencias son
completamente impredecibles.
En la Encrucijada de la Complejidad:
Pensamos una Cosa; Sentimos otra Distinta; Hacemos Algo Completamente
Diferente.
¡Y la razón también se derrumbó,
inexorablemente! ¡Todo, en ella, era superfluo! En su lugar,
apareció la complejidad. La rimbombante postmodernidad polivalente.
Llena de promesas. Ya no habría meta-relatos, ni utopías, ni
universales, ni verdades absolutas, ni senderos determinados; la
ideología, al igual que la lucha de clases, había desaparecido; la
historia llegaría a su fin y aparecería el último hombre, se
alcanzarían todos los sueños humanos; la realidad ya no nos sería
ajena: los realities nos permitirían crearla a nuestro antojo, en
vivo y en directo, todos los días; había llegado el reconocimiento,
thymos
para todos: ahora podíamos hacer parte de nuestro parche (punkero,
roquero, rapero, metalero, emo, satánico, cristiano, evangélico,
musulmán, judío, budista, demócrata, republicano, liberal,
socialista etc., etc., etc.) Era la época de las tribus urbanas, de
la aldea global. Los megacentros comerciales de las metrópolis
pondrían el mundo al alcance de todos. Finalmente, viviríamos
felices en la sociedad del conocimiento y de la abundancia;
entretenidos con fútbol, reinados, conciertos, películas,
reggaetón, las 24 horas del día; conectados con el mundo a través
de facebook y twitter, las redes sociales que nos permitirían
comunicarnos cada vez más.
Todo lo anterior sería posible por medio
de los dispositivos tecnológicos aportados por las cinco grandes
revoluciones: informática, cuántica, electromagnética,
biomolecular y acuícola. Celulares, computadores, redes, cámaras,
GPS, IPOD, IPAD. Y ni hablar de las cantidades infinitas de
mercancías (comida, techo, vestido) para consumir. Ya no hay de qué
preocuparse “¡Aquí, usted
está siendo vigilado!”
Sólo había un pequeñito problema:
“Un fantasma sobrevuela el planeta:
el fantasma de la xenofobia. Las sospechas y animosidades tribales
antiguas y modernas –que nunca se extinguieron por completo y han
sido recientemente sacadas del congelador y puestas a calentar- se
han mezclado y combinado con la flamante sensación de inseguridad
que se destila de la incertidumbre y desprotección de nuestra
moderna existencia líquida.”
(Bauman, Zygmunt, 2008, pág.155)
Descubrimos, de pronto, que todo lo que nos
decían, lo mismo hoy que en otro tiempo, son patrañas: La
abundancia es únicamente para los acaudalados propietarios de las
grandes corporaciones que manejan el mundo (Coca-Cola, Microsoft,
Telmex, Adidas, Nike, IBM, Apple, Monsanto, Citibank, Cnn, McDonalds,
Samsung, Benetton, BP, Petrochina, China Nonferrous Metals
International Mining, entre otras); en contraste, hay en este
momento, según las propias Naciones Unidas, más de cuatro mil
millones de humanos en el planeta que tienen ingresos inferiores a
dos dólares diarios, es decir, ni siquiera pueden cubrir una simple
comida completa diaria. En síntesis, “Las
ciudades contemporáneas son basurales donde se arrojan los productos
malformados o deformados de nuestra moderna sociedad líquida
(mientras que, con toda seguridad, ellas mismas siguen contribuyendo
a la acumulación de desechos).”
(Pág.152)
En lo que tiene que ver con nuestro tema
central, el conocimiento, hoy éste ocupa un lugar muy secundario
entre la población. Lo que importa son las patentes, celosamente
custodiadas por la OMC (Organización Mundial del Comercio), con el
fin de que nadie tenga acceso a ellas. El conocimiento, hoy como
ayer, sólo sirve para amasar fortuna.
Conclusiones.
Después haber realizado un amplio
recorrido por los recovecos históricos en los que anduvo el esfuerzo
del pensamiento humano por configurar el conocimiento, y de mostrar
los inconvenientes que ha necesitado enfrentar, podemos extraer
varias enseñanzas cruciales. Primera, las posibilidades de
supervivencia y transformación; de despliegue biológico y mental de
la especie humana dependen principalmente de que se garantice el
acceso al conocimiento a todos
los humanos y no sólo a unos cuantos privilegiados.
Ésta es una condición de supervivencia no únicamente de las
personas, sino de toda la vida en el planeta. Los problemas
ambientales, de contaminación y depredación se resuelven cuando el
conocimiento mejore nuestras relaciones con el entorno. Si
optimizamos los vínculos con el medio, a la vez, renovamos nuestras
propias relaciones. Nos volvemos verdaderamente empáticos. Segunda,
para garantizar el acceso colectivo al conocimiento necesitamos
liberarnos del Ser, es decir, de toda pretensión de manipulación
cerebral. Definitivamente, no necesitamos de amos, ni verdugos que
nos digan lo que tenemos que pensar, sentir, o hacer. Tal
emancipación ofrecería las condiciones apropiadas para una vida de
alta calidad. Ésta, por supuesto, no dejará de tener conflictos, la
diferencia es que cuando la vida la maneja el Ser, la guerra se
manifiesta como pretensión de negar el conflicto, mientras que
cuando ésta está despojada de ser, el conflicto se convierte en un
atractor, fuerza que facilita y dinamiza los ensanchamientos
biológicos en beneficio de la vida toda. Tal transformación
requeriría de la superación definitiva de la sociedad vertical,
basada en relaciones de poder y, por lo tanto de explotación; y del
advenimiento de la sociedad horizontal, fundamentada en las
relaciones de querer y, por lo tanto, de cooperación. Tercera, la
construcción de realidades que faciliten los despliegues rizomáticos
a todos los miembros de la sociedad, y que sea el resultado de la
participación directa, indelegable, de cada uno de sus integrantes,
con base en el conocimiento profundo de cada una de las fuerzas que
intervienen en el proceso creativo de ésta, abrirá horizontes
insospechados de transformación en los que la pesadilla civilizada
será simplemente un lejano recuerdo de un episodio definitivamente
superado. Ahora sí, realmente, comenzamos a vivir.
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